Es inevitable: no puedo ni quiero evitar comparar los tics regionalistas de Pride con el novísimo movimiento europeo de los tópicos territoriales en el cine. Desconozco si los autores del filme se inspiraron en éxitos como Bienvenidos al Norte, Bienvenidos al Sur u Ocho Apellidos Vascos para retratar la película, pero los paisajes, la cultura y la idiosincrasia galesas son también protagonistas de la historia. Aunque otras comedias y dramas británicos han retratado las particularidades del RU (las vicisitudes norirlandesas, pero también con películas como Trainspotting o El inglés que subió una montaña y bajó una colina) creo que Pride puede bien enmarcarse en esta corriente regionalista del cine europeo.

Pero lo importante es la historia en sí. Reconozco que me gustan especialmente las películas que con tono de comedia tratan graves problemas o temas trascendentes. Exige un "plus" de inteligencia y experiencia lanzarse a contar algo difícil con el desenfado de la buena comedia. Cuando el resultado es aceptable nos encontramos con un raro espécimen: una película (o libro, o serie, o...) que además de provocar buenas risas da que pensar, que emocionar, que reflexionar.

Este es el caso de Pride, con un añadido además excepcional: se trata de una historia completamente real. Desconocida para mí como español, la peripecia de la LGSM (Lesbians and Gays Support Miners) es una escena tan humana y rocambolesca del conflicto minero en los tiempos de Margaret Thatcher que necesariamente necesitaba su réplica en el cine. Sólo podía ser en tono cómico, a pesar de la dureza de la historia. Y sólo podía salir bien.

Podría extenderme más, pero sería innecesario. En vez de eso animo a todo el mundo a ir a ver Pride, una gran película europea.