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España España · Gijón
Voto de La Soga:
7
Drama Un análisis sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura. Howard Beale, veterano presentador de un informativo nocturno, es despedido cuando baja el nivel de audiencia de su popular programa. Sin embargo, antes de abandonar la cadena, ante el asombro de todos, Beale anuncia que antes de irse se suicidará ante las cámaras, pegándose un tiro en directo en ... [+]
3 de mayo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Culminamos nuestra trilogía dedicada a la televisión abandonando distracciones como el humor de Un tiempo corriente y las ramificaciones políticas de Un rostro en la multitud, para quedarnos con el corazón de lo que para Sidney Lumet es la manzana más podrida de la cesta de Occidente: los medios de comunicación de masas.

La premisa de esta película, ganadora de cuatro Oscars en 1976, no puede ser más esclarecedora: la vida de Howard Beale deja de tener sentido cuando su cadena le despide por la baja audiencia de sus informativos. Enloquecido, Beale anuncia en directo que va a pegarse un tiro en antena para despedirse de sus espectadores. Tengan en cuenta que Lumet declaró tras el estreno de su cinta que Network (Un mundo implacable) no reflejaba su miedo al futuro de la televisión, sino a su presente. Quizá les parezca exagerado. Quizá no sepan que en 1974 la periodista Christine Chubbuck se suicidó frente a las cámaras «para continuar con la política del Canal 40 de traerles lo último en sangre y sesos».

Network (Un mundo implacable) nos permite sostenernos, quizá para ayudarnos a creer lo que realmente sucedió, en un arco argumental que parece transcurrir en paralelo a la locura de Beale, pero se acerca hasta ella para redirigirla: porque es la irrupción de una joven Faye Dunaway, decidida a usurpar el puesto de trabajo del hombre que desea (un director de informativos magistralmente interpretado por William Holden), la que convierte el absurdo en un éxito. Así, mientras vemos a Beatrice Straight culminar una de las actuaciones más eficientes de la historia del cine (un par de escenas le alcanzaron para el Oscar a la mejor actriz de reparto por su papel de esposa traicionada), comienza el verdadero espectáculo. Es la historia reciente de la televisión: Howard Beale se convierte en la voz del subconsciente norteamericano ante nuestros ojos y el Consejo de Administración de la cadena UBS se congratula por el éxito de sus programas, cada vez más absurdos.

Transcurría el año 1976 y Sidney Lumet nos hablaba de la telerrealidad. Su película pretendía mostrarnos cómo se empezaban a construir los cimientos de una nueva caverna de Platón, quizá la más grande jamás creada; quería explicarnos cómo la nueva economía, en la que las etiquetas de comunista o capitalista dejaban de tener sentido, impondría las reglas de su funcionamiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
La Soga
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