"Días sin huella" dista mucho de ser la mejor película de Billy Wilder. Aún así, es un gran filme, una historia desgarradora, incómoda, asfixiante y para muchas personas, terriblemente cercana. La actuación de Ray Milland es perfecta, basta con recordar la languidez de su mirada, la rabia y el dolor que impregnan sus palabras, el desinterés que gradualmente se apodera de su ser. Jane Wyman y el resto de personajes secundarios logran buenas interpretaciones, pero es Milland la verdadera alma de la película.

Es un tanto superfluo realizar una buena crítica de una película sobre el alcoholismo cuando, en mi caso puntual, no se ha tenido contacto con esta problemática, o al menos, no de una forma próxima, vivencial. Pese a esto, la cinta logró transmitirme su tristeza, su amargura, la desesperanza que encarna el ser víctima de una adicción. Tal vez por esto mismo, el final me resulta tan fascinante, tan redondo. Ver spoiler