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España España · Santander
Voto de Karl Balzuel:
6
Drama. Ciencia ficción Unos científicos son enviados al planeta Arkanar, donde la civilización se ha quedado estancada en plena Edad Media. En ese mundo, uno de los investigadores es tomado por el hijo ilegítimo de Dios. Épica adaptación de la novela de los hermanos Strugatski, rodada y montada durante más de un decenio. (FILMAFFINITY)
28 de agosto de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una hora de metraje, el planteamiento estilístico -un hercúleo ejercicio, sin duda- queda de sobra expresado; ¿o, quizá, debiera decir al cabo de quince minutos?... Planos secuencia, en excelente blanco y negro, que -con ópticas especiales, que combinan el primer plano con el hiper-próximo plano "de conjunto", frecuentísimos macros y grandes angulares- extienden la profundidad de campo casi de forma ilimitada... Se dan ocasionales excepciones -digamos más convencionales- de este tipo de planificación óptica, pero no son demasiadas. Imagino que los operadores debieron mantener sujeta la cámara, la mayor parte del tiempo, con una steady-cam. Las escenografías rezuman -el verbo no se ha escogido por sus connotaciones metafóricas, ¡ojo!- fluidos: líquidos acuosos y emulsionados; orgánicos e inorgánicos; barro e inmundicia sin cuento. La naturaleza exacta de éstos es difícil de precisar, debido a la fotografía acromática, pero se intuye el realismo; inevitable, en la mayoría de los casos. La lluvia, los vapores insanos y la niebla parecen ubicuos, incluso en los interiores. Se debe observar, pasmado, que los fotógrafos pudieran evitar -yo diría que en todo momento- los salpicones de goterones, esputos y eyaculaciones varias.
Los planos-secuencia oscilan entre lo exquisitamente planificado -esta precisión es la que los autores, Alexey German y sus descendientes, reivindican- y lo improvisado; por no mencionar cierto caos arbitrario. Esta sensación se acrecienta cuando los actores -pocos o ninguno fueron escogidos por ser profesionales- miran al objetivo, como si éste fuese un personaje; es decir: como si se tratase de un plano-subjetivo. En realidad, así es: un "plano subjetivo"... ¡de casi tres horas!, en el que el personaje inmerso, deambulante, testigo forzoso... es usted mismo: el espectador.
Hablaba al principio de lo que ocurre al cabo de una hora... Y, bueno: lo cierto es que no ocurre NADA (más bien, se diría que lo que ocurre no acaba de tener ningún sentido), en medio de grupos abigarrados, prietos, casi en permanente trajín y violencia. ¡O sí!: ocurre que el espectador renuncia a esperar que ocurra algo. Como decía, el portentoso "ejercicio de estilo" ha quedado claro, reconocido su mérito; pero la perspectiva de otras dos horas de, exactamente, lo mismo, hace que uno se revuelva en el asiento y mire el reloj. Varios se levantan de la butaca, pero no van al escusado... Un servidor, cinéfilo recalcitrante, resiste y observa: no quiero marchar sin elevar un veredicto con todas las pruebas bien analizadas.
Y ya que la "línea argumental" (algún nombre habrá que darle) no nos sumerge en una subyugante narración, concepto al que luego volveré, uno se entretiene, desde luego, en la observación de cientos de detalles, por mucho que éstos se recreen en lo redundante, en el hastío, en la náusea; además, terminas por enfrascarte en la constatación de las fuentes iconográficas: son evidentes Pieter Brueghel, El Bosco, Tarkovsky -si bien es cierto que en un solo plano de éste puede sentirse el escalofrío de lo sublime: información y sensación, ambas, con una precisión emocionante-, Elem Klimov, Miklós Jancsó... Pasolini, y también Fellini... Y Béla Tarr, claro; aunque de éste sólo conozca algunas referencias y secuencias.
El mérito -o los méritos- de propuesta tan radical es evidente: coherencia y trabajo ímprobo, impecable, de técnicos, director artístico, maquilladores, encargados de vestuario y demás parafernalias... No puede dejar de admirarse tanta determinación, tanto tesón. El problema es que...
El problema es que una "obra abstracta" -de "tesis": una sola; que el estado natural del mundo es ser un lodazal y un estercolero; y que la Cultura y la Ciencia son logros precarios y muy vulnerables-, la cual le obliga a uno a mantenerse tres horas frente a la misma (al menos, Pollock, Rothko, Palazuelo o Tàpies no me fuerzan a llegar tan lejos; y consiguen emocionarme incluso más), acaba por resultar una tortura. Y, en cuanto a la tesis, uno no podría estar más de acuerdo; pero tres horas de mi vida, a ciertas edades, se cotizan ya a unos "precios" incalculables... Por otro lado, el cine es TAMBIÉN (creo que debería serlo) un ARTE NARRATIVO, no meramente descriptivo: la sabia y equilibrada combinación de éstos y otros elementos, han convertido al cine en lo que es: fuente de placer, conocimiento, espiritualidad, emoción y fascinación. Todo lo demás, por desgracia, se da en la vida diaria y REAL con pasmosa y redundante abundancia.
Un último detalle: el uso del doblaje en la sonorización original de la película (imagino imposible una toma directa de sonido en medio de semejante caos de colgajos inmundos) distancia AÚN MÁS al espectador de lo que ve. Lamentablemente, la inexpresividad monótona de la voz protagonista -un célebre, en Rusia, Leonid Yarmolnik-, multiplica este efecto somnífero.
Un 6, por el mérito técnico y la valentía radical de la propuesta.
Karl Balzuel
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