La Princesa Mononoke es grande, muy grande, y esto no sólo (aunque sí en gran parte) se debe a su animación excelentísima (por no decir perfecta), ni tampoco a su banda sonora totalmente envainante, ni a sus personajes carismáticos, ni siquiera a su argumento.

Para mí, lo más destacable de la película es lo que transmite.

Realmente, te hace vibrar con la crudeza de la naturaleza y con la fuerza humana.
No busca la maldad en el comportamiento ni la bondad en las criaturas del bosque, sino una concienciación de que la batalla entre ambición y naturaleza es algo que vivimos en el presente y que seguramente seguirá siendo así durante mucho tiempo.

La peli te hace ver que los humanos tenemos ¡realmente! el poder de acabar con la tierra, manchando lo que nos rodea hasta lo más profundo.

Sin embargo, Ashitaka y Mononoke nos demuestran que también hay otro poder latente en nosotros, igual de presente que la ambición, igual de presente que la destrucción:
la capacidad de la salvación.

Un 10 para Miyazaki.