Cruda, desgarradora, sin concesiones a la galería. Es quizás una de las películas que mejor plasma la desolación y el horror que provoca una guerra, porque son justamente los más débiles y menos culpables quienes la padecen.Niños mutilados, harapientos, abandonados ... es un puñetazo es nuestras caras de sofá y palomitas.Imposible no sobrecogerse, imposible no llorar, imposible no sentir una punzada en el estómago, imposible no reflexionar sobre la naturaleza humana capaz de lo peor, pero también de lo mejor, porque en ese pueblo del horror, donde todos están heridos sea en el alma o en el cuerpo hay un espacio para la amistad, la solidaridad y la ternura. Quizás no todo esté perdido aún.

Debería ser película de obligado visionado en Institutos para que esos adolescentes caprichos y descerebrados en su mayoría, locos por la play, la ropa de marca y la moto de turno sepan lo que ocurre en el mundo y salgan de su burbuja.