Muy al contrario de lo que pudiera parecer en principio la película no es en absoluto reaccionaria. Lo que sucede es que precisa una doble lectura, que pasó desapercibida en el momento de su estreno. Por esta razón fue infravalorada y despreciada. La adscripción política de sus autores (el denostado escritor Vizcaíno Casas y el realizador Rafael Gil) no es impedimento para reconocer el ingenioso humor y la sorna constante. Muchas situaciones rozan el esperpento, a costa del ridículo de media docena de horteras indocumentados que pretenden fabricar una nacionalidad. La farsa no deja títere con cabeza. El veterano director es un artesano lo suficientemente eficaz como para sacarle punta a cualquier cosa. En este caso, además, el reparto de actores es de impresión. Debe observarse que la burla del carisma catalán es, en el fondo, bastante cariñosa, sin nada de mala intención. Los diálogos en catalán los firmaría hasta el propio Boadella .El franquismo tampoco se libra de la parodia. La escenificación de una réplica a nivel local del intento de golpe de estado del 23 F (sucedido sólo dos años antes), como una auténtica mamarrachada surrealista, es de antología. Muy pocos espectadores (al menos ninguno de los que han publicado críticas) han apreciado que queda perfectamente ilustrada la decadencia del antiguo régimen, que acaba en inmisericorde catarsis, con el fondo musical triunfalista de la música de "Las Walikirias" de Wagner. El film es una de estas obras que es imprescindible revisar y reivindicar.