El intento de convertir a un grupo de nadadores en una especie de "Full Monty" acuático se queda en un proyecto que difícilmente llega a suscitar una trama que atraiga el interés, más allá de la simple curiosidad. La historia no cuela. No tiene chispa. La entrenadora tampoco convence, en su impropia labor de preparar a un equipo masculino. La inspiración de los numeritos basados en coreografías femeninas durante los ensayos es una verdadera mamarrachada que cae en un espantoso ridículo. No se trata de discriminación. A nadie se le ocurre que los gimnastas olímpicos, patinadores artísticos o bailarines clásicos se dediquen a copiar el estilo femenino, cuando deben de tener su propio estilo. Por más que haya quien pretenda la igualdad absoluta, ni el físico ni la psique son iguales en los dos sexos.