Toda la película es una disparatada farsa sobre los agentes aniterroristas y el conflicto palestino/israelí. Las referencias históricas y cinematográficas son evidentes, pero el agente protagonista es una especie de superman, inmune a las balas y a los golpes, con superpoderes acrobáticos y de luchador invencible, cuya máxima aspiración es convertirse en peluquero de élite, haciendo valer sus dotes de playboy. El humor absurdo no gusta a todo el mundo. Las situaciones recuerdan a Monty Python o, yendo más lejos, a los hermanos Marx, con sus chistes irreverentes, desvergonzados y hasta groseros, sólo que, en este film, acompañados de una acción fantasiosa y visualmente sorprendente. Incluso la moraleja sobre la libertad en EE.UU, donde, según se afirma, no hay problemas de convivencia entre diferentes credos, suena a chirigota. Esta clase de astracanada no es comprensible ni del agrado de cualquier público. La diferencia entre una producción con clase y la vulgar chabacanada está en la calidad de la dirección, la solvencia de los actores, la agilidad narrativa y la presentación de la imagen. En este caso, todo está bien resuelto. La simple intervención del cómico John Turturro ya es una garantía, aparte del actor protagonista. La obra es altamente recomendable sólo para quien guste del espectáculo políticamente incorrecto y no bien pensante.