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Voto de John Giraldo:
7
5,3
6.627
Animación. Comedia. Infantil
Turbo es un caracol de jardín con un sueño imposible: convertirse en el caracol más rápido del mundo. Cuando un extraño accidente le da el poder de la súper-velocidad, Turbo intentará cumplir su sueño. Primero se hará amigo de una peculiar pandilla de caracoles callejeros tuneados y obsesionados con la velocidad, y allí Turbo aprenderá que nadie llega a tener éxito por sí solo. Así que coloca su corazón y su concha en la línea de salida ... [+]
25 de julio de 2013
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente universitario y periodista
[email protected]
Me pregunto ¿qué pasará luego de salir de una proyección de una película? Una ingenua pregunta, porque las posibilidades son infinitas. La caja oscura alguna afectación causará. Las relaciones cine y psicoanálisis son muy provechosas, ese maestro eslavo como lo es Slavoj Žižek, un pensador muy influyente, filósofo y psicoanalista, dice que el cine nos manipula las emociones, y en esa pantalla se entremezclan la fantasía y la realidad. Y entonces, todas esas películas que nos traen los pulpos de Hollywood y que tienen como objeto el público infantil, engalanan nuestras sensaciones, al punto que alborota los deseos. Los deseos de ser ese de la pantalla, de fabricar sueños, de generar ilusiones, de trasgredir las circunstancias.
Si el cine puso a cocinar a ratas Ratatouille (2007), y a manejar un restaurante con tal gusto que el más temible de los críticos gastronómicos cayó tendido, o si el mismo cine nos dijo en Antz (1998), un batallón de hormigas, que el más débil podía ser el héroe, o lo que es peor que un Panda –con cuerpo desproporcional, mente escurridiza, entre otras- lograra ser un Kung Fu, resulta que ahora nada es imposible, el más lento de todos los animales, el que por antonomasia no puede ser veloz, y que por su aspecto y tamaño da risa, nos lo han puesto como un posible vencedor, y no cualquiera, sino en la carrera más competitiva del mundo: la Indianapolis.
Turbo es una historia fascinante de DreamWorks. Todo empieza en un antejardín de una casa, donde unos caracoles ven como cada día las aves se llevan a uno de los suyos y un niño parece quererlos aplastar con su moto, mientras ellos pasan sus días en medio de tomates y todos parecen asumir las pérdidas de sus amigos y tienen como finalidad protegerse de los embistes de la naturaleza. Pero, hay un individuo, Teo, torpe, chiflado, a quien ya pocos le creen, solo su hermano; Teo ve Tv y sueña con ser un corredor. Es la historia inversa del que siendo horrible se cree bello, o el que es lento asume su debilidad como fantasía, una ilusión que en la vida real se desvanece muy fácil.
En el cine todo es posible, el hecho de desplazarnos por historias y hacer sublevar o subvalorar nuestros deseos es ya una ganancia. Las películas para niños que subvierten a los grandes, cambian el chip esquemático con el que crecimos otros, las estructuras de lo posible son un desafío en el cine y quizás una batalla muy fuerte en la vida real. Parece que estos genios de la animación más sus guionistas evocaran los preceptos de mayo del 68: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Pero en el cine aunque parezca imposible no lo es, se concreta: las ratas cocinan, ya es una forma de exorcizar pareceres y los más minúsculos unidos son imparables, los más lentos se pueden volver los turbos, ni siquiera es un asunto de descuido como en el relato de la Liebre y la tortuga, sino algo más poderoso: es la convicción de poder.
sigo en spoiler
Docente universitario y periodista
[email protected]
Me pregunto ¿qué pasará luego de salir de una proyección de una película? Una ingenua pregunta, porque las posibilidades son infinitas. La caja oscura alguna afectación causará. Las relaciones cine y psicoanálisis son muy provechosas, ese maestro eslavo como lo es Slavoj Žižek, un pensador muy influyente, filósofo y psicoanalista, dice que el cine nos manipula las emociones, y en esa pantalla se entremezclan la fantasía y la realidad. Y entonces, todas esas películas que nos traen los pulpos de Hollywood y que tienen como objeto el público infantil, engalanan nuestras sensaciones, al punto que alborota los deseos. Los deseos de ser ese de la pantalla, de fabricar sueños, de generar ilusiones, de trasgredir las circunstancias.
Si el cine puso a cocinar a ratas Ratatouille (2007), y a manejar un restaurante con tal gusto que el más temible de los críticos gastronómicos cayó tendido, o si el mismo cine nos dijo en Antz (1998), un batallón de hormigas, que el más débil podía ser el héroe, o lo que es peor que un Panda –con cuerpo desproporcional, mente escurridiza, entre otras- lograra ser un Kung Fu, resulta que ahora nada es imposible, el más lento de todos los animales, el que por antonomasia no puede ser veloz, y que por su aspecto y tamaño da risa, nos lo han puesto como un posible vencedor, y no cualquiera, sino en la carrera más competitiva del mundo: la Indianapolis.
Turbo es una historia fascinante de DreamWorks. Todo empieza en un antejardín de una casa, donde unos caracoles ven como cada día las aves se llevan a uno de los suyos y un niño parece quererlos aplastar con su moto, mientras ellos pasan sus días en medio de tomates y todos parecen asumir las pérdidas de sus amigos y tienen como finalidad protegerse de los embistes de la naturaleza. Pero, hay un individuo, Teo, torpe, chiflado, a quien ya pocos le creen, solo su hermano; Teo ve Tv y sueña con ser un corredor. Es la historia inversa del que siendo horrible se cree bello, o el que es lento asume su debilidad como fantasía, una ilusión que en la vida real se desvanece muy fácil.
En el cine todo es posible, el hecho de desplazarnos por historias y hacer sublevar o subvalorar nuestros deseos es ya una ganancia. Las películas para niños que subvierten a los grandes, cambian el chip esquemático con el que crecimos otros, las estructuras de lo posible son un desafío en el cine y quizás una batalla muy fuerte en la vida real. Parece que estos genios de la animación más sus guionistas evocaran los preceptos de mayo del 68: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Pero en el cine aunque parezca imposible no lo es, se concreta: las ratas cocinan, ya es una forma de exorcizar pareceres y los más minúsculos unidos son imparables, los más lentos se pueden volver los turbos, ni siquiera es un asunto de descuido como en el relato de la Liebre y la tortuga, sino algo más poderoso: es la convicción de poder.
sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Invertir los esquemas es lo que han hecho las películas para niños. En Turbo, los distintos a Teo tienen un pensamiento conservador y de adaptación, recuerdo en este punto la valiosa película Los Croods, esa familia da cavernícolas que le temen a la luz, que al igual que los caracoles prefieren nunca salir de su caparazón o lo que le ocurre al hermano de Teo no es capaz de entrar al suyo. Una frase dicha por los caracoles resulta la determinante para comprender el ideario de mayorías: “Nada arriesgado, nada ganado”.
Teo, el arriesgado, ve la Tv y en ella al ganador más reconocido de las carreras de pista. El deseo de ser como él y de aprender sus técnicas es gracias a esa caja boba. El ganador repite esta frase y Teo la apropia como su referente: “Ni ningún sueño es muy grande. Ni ningún soñador es pequeño”. Eso igual parece que es la pantalla grande, en donde ningún deseo deja de explorarse, y ninguna fantasía deja de reflejarse.
Slavoj Žižek nos dice que el cine nos enseña cómo desear y en esta película si bien me molesta que los animales sean una excusa para plantear cualidades humanas, sirven como metáforas para idealizar nuestras fantasías, aquellos que tienen sueños los pueden conseguir, incluso en el caso de que el más lento quiera ser el más rápido. Sin embargo, no es cuestión de querer es también de decidir y arriesgar: “Hay un momento en la carrera donde el corredor debe arriesgarlo todo y disfrutar de la victoria o quedarse a ver y contemplar la derrota”, se afirma. Es una estrella fugaz, pasa rápido y se parpadeamos ya no se verá. De manera que ¿qué pasará luego de ver una película como estas?
Teo, el arriesgado, ve la Tv y en ella al ganador más reconocido de las carreras de pista. El deseo de ser como él y de aprender sus técnicas es gracias a esa caja boba. El ganador repite esta frase y Teo la apropia como su referente: “Ni ningún sueño es muy grande. Ni ningún soñador es pequeño”. Eso igual parece que es la pantalla grande, en donde ningún deseo deja de explorarse, y ninguna fantasía deja de reflejarse.
Slavoj Žižek nos dice que el cine nos enseña cómo desear y en esta película si bien me molesta que los animales sean una excusa para plantear cualidades humanas, sirven como metáforas para idealizar nuestras fantasías, aquellos que tienen sueños los pueden conseguir, incluso en el caso de que el más lento quiera ser el más rápido. Sin embargo, no es cuestión de querer es también de decidir y arriesgar: “Hay un momento en la carrera donde el corredor debe arriesgarlo todo y disfrutar de la victoria o quedarse a ver y contemplar la derrota”, se afirma. Es una estrella fugaz, pasa rápido y se parpadeamos ya no se verá. De manera que ¿qué pasará luego de ver una película como estas?