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Voto de Scott Carey:
4
Thriller. Drama Mientras planifica su próximo golpe, Doug MacRay (Ben Affleck), un atracador de bancos de Boston, tiene que esforzarse por controlar sus sentimientos por Claire (Rebecca Hall), la directora de uno de los bancos que atracó. Al mismo tiempo, intenta esquivar al agente del FBI (Jon Hamm) que le sigue los pasos. (FILMAFFINITY)
12 de diciembre de 2010
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ben Affleck, en su segundo trabajo detrás de las cámaras, filma un relato policíaco de estilo clásico al que no le falta ningún ingrediente de los que caracterizan al género. La película empieza de manera aceptable. El primer atraco está rodado con nervio, logra crear tensión y parece creíble. Pero a medida que se observa la evolución de los personajes, se percata que cada uno de ellos responde a un estereotipo tantas veces repetido en películas similares. Affleck se reserva el papel de protagonista, que como no podía ser de otra manera, es un ladrón de buen corazón. Atormentado por el abandono de su madre cuando era un niño, busca su particular redención intentando abandonar su delictivo estilo de vida. Para completar la banda, no puede faltar un amigo menos atractivo físicamente pero con más mala leche y otro, a poder ser entradito en kilos, que siempre va bien porque, ya se sabe, tiene que haber alguno que caiga el primero. Como secundarios, resultan igualmente imprescindibles, una chica florero, el agente del FBI que tiene que guardar la proporción de 50% antipático y 50% tonto, y un jefe de la banda de delincuentes para el que se realizará un casting entre los actores más feos que estén disponibles. Una vez se disponga de todos los ingredientes, se procede a agitarlos bien y obtendremos el cóctel perfecto para un film que no muestra nada que no hayamos podido ver en centenares de veces anteriormente.

Aún así, con todas sus carencias y contradicciones, la película podría ser considerada aceptable sino fuera porque Affleck convierte los veinte minutos finales en un espectáculo de fuegos artificiales que no hay por donde cogerlo. No contento con ello, riza el rizo con un último golpe de efecto magistral (la manera en que el protagonista elude el cerco que la ha montado el FBI, roza lo risible) que busca ganarse la complicidad del espectador. Hay que agradecer, eso sí, que al menos el happy end no sea completo, y que un cierto tono de amargura se vislumbre en la última secuencia. Posiblemente, el único punto mínimamente diferencial de una historia demasiado explotada.
Scott Carey
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