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Voto de Pedroanclamar:
6
Romance. Drama Viena, 1900. Stefan Brand, un famoso pianista, recibe una carta de una mujer con la que mantuvo, en el pasado, una relación amorosa que ya no recuerda. Lisa es para él una desconocida, alguien que ha pasado por su vida sin dejar huella. Y, sin embargo, ella sigue apasionadamente enamorada de aquel joven músico que conoció cuando era todavía una adolescente. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2020
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Partir por lo discursivo me parece importante, si creemos que lo primero es ordenado jerárquicamente. Por lo general es un ejercicio válido y necesario contextualizar las obras y su época de producción, para entenderla discursivamente, es decir, qué dicen sobre una época, sobre personajes históricos o actores sociales, sobre una comunidad, nacionalidad, etc. Si bien todo es político, tanto la novela de Zweig, de origen judío, como la película de Ophuls, no dejan traslucir ni el más mínimo corpúsculo de lecturas políticas ostensibles. Ambos contextos de producción estuvieron dotados de una ebullición política digan de ser resaltada o, al menos, retocada: la novela del escritor austríaco se escribió en el período entre guerras, años de actividad política álgida y candente, con el arribo de los totalitarismos y los semitismos y anti-semitismos; obviar, por lo tanto lo político en un contexto así, es negar un aspecto importantísimo de la realidad, retrotrayéndose a fuerzas centrífugas de la imaginación y de la abstracción. Por otro lado, la película de Ophuls, se rodó y estrenó un par de años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, con una Europa devastada, empobrecida y con unas bajas de contingente humano más que paladinas. Estas omisiones le restan seriedad a una película que sencillamente evade esa dimensión tan importante que radica en lo político.
Ahora, si nos remitiésemos, como en el mundo de las ideas de Platón, solamente a la historia contada, pensando que no se desarrolla en la Historia de la humanidad, despolitizándola y deshistorizándola, el juicio e interpretación pueden tomar enfoques más amenos, como por ejemplo, en los elementos formales y estéticos de la obra.
Una de las críticas especializadas sindicaba la falta de verosimilitud en torno a esta narración y así se deja ver también en otras críticas, pues cuán verosímil es la actitud de Lisa al no querer hablarle a Stefan sobre el hijo que tuvieron, pues no habla sólo sobre responsabilidad maternal y paternal sino también sobre cierto desvarío obsesivo en la protagonista. Lo de la falta de memoria de Stefan en cuanto a Lisa se comprende algo más, puesto que es un artista mujeriego y recurrente bebedor, no le exijamos una pétrea memoria. Hay en esto último, por lo tanto, una ausencia de inverosimilitud. Ése sería el único rasgo que queda corto en la película en cuanto a sus formalidades, pues el resto está impecablemente bien trazado y desarrollado, actuaciones más que aceptables y un guion también muy bien hecho. Se agradece el ejercicio narrativo y cinematográfico del In Extrema Res, pues dota de una cuota de suspicacia del espectador al buscar inferir o sustraer el curso de los acontecimientos para darles sentido a partir de los primeros minutos. Las notas melancólicas, tanto en Lisa al llorar en las despedidas de los viajeros en el tren, como en Stefan bajo una lámpara y bebiendo en la madrugada leyendo atentamente la carta de la protagonista con pena, son realmente conmovedoras y notables, empujan a la conmoción del espectador sensible.
En suma, si no fuera por su despolitización, que habla de un flojo compromiso histórico, tanto del autor, como del conjunto de actores implicados en su realización o de su ligero margen de inverosimilitud, la obra estaría muy bien lograda.
Pedroanclamar
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