Casualmente he encontrado mi amor durante la cuarentena tras enviudar en septiembre de 2013 por la defunción del que fue mi anterior amor seriéfilo: "Breaking Bad". Desde entonces ha habido candidatas a llenar ese hueco: "True Detective", "Mindhunter", "Devs"... incluso tuve un affaire con "The Affaire". Aprendí mucho de aquellas relaciones seriéfilas, pero jamás vi en ellas dignas sucesoras a llenar el hueco hambriento de una serie a la que volver una y otra vez en busca de detalles, matices, momentos magistrales o simplemente en busca de diversión.

No sin cierta culpabilidad inicial ante la fascinación que despierta la despiadada asesina a sueldo Villanelle, que se mete de lleno en tu mente a la par que lo hace en la de la co-protagonista, "Killing Eve" tiene como primera pretensión la de divertir con un humor negro, socarrón y bestia, muy bestia. La segunda es mostrar un universo de personajes completamente ajenos al maniqueísmo imperante en el que todo puede pasar.

Su desarrollo exasperante, la posible sensación de que se banaliza la violencia, incoherencias de guión... es posible que el espectador encuentre algún escollo que le impida seguir viendo la serie pero habrá mil razones para continuar: su erotismo, una de las "parejas" más atrayentes que haya dado la televisión, una dirección artística magnífica, unas interpretaciones inconmensurables, una banda sonora exquisita, un devenir impredecible y, en definitiva, una apuesta por una serie muy fresca hecha por (¿y para?) mujeres que se sale de la tónica habitual de series protagonizadas por "seres de luz" víctimas del "enemigo masculino".

Definitivamente no está teniendo toda la repercusión que merece.

Sigo en spoiler.