Sigue sorprendiendo el virtuosismo técnico de algunas películas de animación. En este caso, el filón es el mar, las olas, sus reflejos, su movimiento, y el alarde técnico para recrear la navegación o incluso la pura fantasía (el Océano como personaje, que toma formas determinadas y realiza acciones conscientes, interactuando en la película). También destacan algunos personajes secundarios, con una complejidad psicológica un poco más elaborada, como es el personaje de la abuela de la protagonista. La historia, como sigue siendo costumbre, no arriesga, se mueve entre clichés que funcionan e intercala "números musicales" para añadir vistosidad, pero que al menos están bien integrados. El resultado, como siempre, espectacular en las formas y efectivo en el contenido, aunque no aporta mucho.