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España España · MADRID
Voto de Laura:
9
Dancer
2016 Reino Unido
Documental, Intervenciones de: Sergei Polunin
7,2
808
Documental Documental sobre la figura del bailarín de ballet Sergei Polunin. (FILMAFFINITY)
20 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sergei Polunin (Ucrania, 1989) lo fue todo en el mundo de la danza. En 2009 con diecinueve años se convirtió en uno de los bailarines principales del British Royal Ballet School y a los veinte años fue el bailarín principal más joven en la historia de la compañía. Sin embargo en 2012 Sergei decidió dejarlo y acabó refugiándose en Rusia donde, gracias al bailarín Igor Zelansky, consiguió ser bailarín principal en varias compañías importantes. Pero su hastío era tal que en 2014 Polunin decidió abandonar la danza, a un nivel profesional, con un último vídeo de despedida. Una coreografía de la canción de Hozier, Take me to church, que consiguió al instante ser uno de los vídeos más virales del momento. ¿Cómo es posible que con todo el éxito y admiración que suscitaba Polunin decidiera abandonar en su plenitud? Dancer (Steven Cantor, 2016) nos lo cuenta a través de un recorrido por su infancia, en un pobre barrio de Ucrania, hasta su última coreografía rodada en Miami.
En un primer momento, uno al ver el documental piensa en todos los artistas y genios atormentados que llegan a la cima de sus profesiones para después abandonarlas de forma traumática. Polunin era un genio de la danza, con unas capacidades naturales que podía perfeccionar, pero que no se pueden aprender desde cero. Hay un momento del documental en el que su madre cuenta como al nacer las enfermeras se asombraron al ver la capacidad que tenía para abrir las piernas. Sergei era un niño hiperlaxo, con una destreza inaudita para abordar los saltos. Él literalmente podía volar, durante unos segundos, y controlar su cuerpo con una delicadeza infinita. La gente sacaba las entradas con meses, para verle a él únicamente. Y aquellos que repetían asiduamente juraban que cada noche hacía algo especial. Era un tipo único y también era un genio insatisfecho. Desde muy joven se tatuó gran parte del cuerpo, como queriendo renegar de esa institución tradicional que penaliza los cuerpos distintos. Además se grababa fumando y bebiendo y no ocultaba su consumo de drogas para rendir al máximo nivel. Por todo ello Sergei pronto se ganó el apodo de rebelde. Aunque después de ver el documental uno le puede ver simplemente como un niño asustado, que tuvo que cargar con demasiada presión sobre sus espaldas. Con sus diferencias, su historia recuerda mucho a la de Andre Agassi, que tan bien descrita está en su autobiografía. Los dos fueron unos rebeldes en sus profesiones y unos genios. Los dos estuvieron cerca de los infiernos y los dos tenían una relación de amor-odio con sus trabajos. Agassi odiaba y amaba el tenis, fruto de una relación problemática con un padre represor y Polunin comenzó su amor-odio hacia el baile tras tomar conciencia de que su familia no volvería a ser nunca la misma.
La familia Polunin era una familia pobre que tuvo que hacer muchos esfuerzos para que el hijo pudiera estudiar en la prestigiosa British Royal Ballet School. Mientras Sergei y su madre estaban en Londres, el padre tuvo que irse a Portugal a ganar dinero y la abuela marchó a Grecia a cuidar a una persona mayor. A todo esto hay que añadir que nada más llegar, la madre de Sergei se vio obligada a marchar (por problemas con su visado) y Sergei, que solo tenía trece años, se quedó solo en Londres. Así que desde muy pequeño Sergei supo que no podía decepcionarles. No después de que su familia se hubiera separado. Por ello él era el primero en llegar a clase y el que se quedaba hasta que cerraban ensayando. De alguna forma su madre había depositado todas sus esperanzas de futuro en él. Por nada del mundo quería que tuviera una vida como la que ellos habían tenido y en el baile vio una esperanza para su hijo. Pero cuando Sergei se enteró de que sus padres se iban a divorciar y de que por mucho que ensayara y por muchos aplausos que generara en los escenarios, su esfuerzo no iba a servir para unir a su familia, el baile dejó de ser su motivación principal. Ya no tenía fuerza para seguir aguantando los dolores que inevitablemente le inundaban después de cada actuación. Resulta muy potente visualmente una secuencia en la que vemos a Sergei solo y exhausto en su camerino tras un número. Apenas puede respirar, su asistente le tiene que dar agua y sus piernas están repletas de magulladuras. Sin duda el baile es un arte duro que necesita de la mayor de las motivaciones y en ese instante dudamos de la motivación de Sergei.
Porque ¿él había elegido el baile o el baile le había elegido a él? Sergei reconoce que solo por esos instantes en los que se suspende en el aire, merece la pena bailar, pero al mismo tiempo se da cuenta de que quiere hacer otras cosas. Por ello finalmente decide dar por finalizada su carrera profesional en la danza, con una preciosa coreografía, hecha por uno de sus mejores amigos y compañero en la British Royal Ballet School. La canción elegida es Take me to church, una canción alejada del clasicismo que imperaba en sus actuaciones y que se puede leer como un canto de amor a la danza.
Respecto al documental en sí, llama la atención la enorme cantidad de material audiovisual con el que cuenta. Podemos ver vídeos caseros de la infancia de Sergei en Ucrania, de sus años en Londres o de su paso por Moscú. Sin duda Cantor se aprovecha de la contemporaneidad de su personaje para hacer un documental muy pegado a la tierra y que destila gran amor hacia la danza.
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Laura
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