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Voto de Laura:
8
7,0
47.091
Ciencia ficción
Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo blade runner, K (Ryan Gosling) descubre un secreto profundamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), un blade runner al que se le perdió la pista hace 30 años. (FILMAFFINITY)
28 de enero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) pone el foco en K (Ryan Gosling), un blade runner que en su intento por resolver un secreto de enorme magnitud y de consecuencias gigantescas para la sociedad, encontrará a Deckard (Harrison Ford) y se cuestionará su identidad. Todo ello en una sociedad apocalíptica que queda reflejada durante las primeras escenas, en las que K aterriza en una granja para deshacerse de su propietario, un granjero replicante adscrito a la rebelión. Un objetivo, como otros muchos para K, pero que va a dejar en él una huella imborrable, tras advertirle de la existencia de un milagro superior e incomprensible, para los de su condición. Sin duda unas primeras escenas evocadoras y claves para el devenir de la cinta, ya que la búsqueda de un supuesto salvador, va a ser uno de los temas vertebradores de la trama. Tema, el de los salvadores, que puede dar mucho juego si se lo equipara con una actualidad repleta de personajes como Trump o Kim Jon Un y que dejan clara la gran aplicación práctica de la cinta de Villeneuve. Más allá de ser una cinta de ciencia ficción, hoy en día parece que todas las sociedades necesitan salvadores.
Habitamos un mundo en conflicto, con multitud de enfrentamientos y pobreza y con unos niveles de agresión contra el planeta, nunca vistos. Necesitamos concienciar a las poblaciones para que cuiden el medio ambiente, en pos de futuras generaciones, y en este sentido es destacable el mensaje ecologista de Blade Runner 2049, que Denis Villeneuve y su equipo deja claro, en su retrato de una sociedad devastada, de la que se beneficia, el malo malísimo, Walace (Jared Leto), un magnate que se aprovecha de la contaminación para vender alimentos sintéticos a la población. Población que habita en un mundo gris y aglomerado, en el que ni siquiera se encuentra un simple árbol.
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Habitamos un mundo en conflicto, con multitud de enfrentamientos y pobreza y con unos niveles de agresión contra el planeta, nunca vistos. Necesitamos concienciar a las poblaciones para que cuiden el medio ambiente, en pos de futuras generaciones, y en este sentido es destacable el mensaje ecologista de Blade Runner 2049, que Denis Villeneuve y su equipo deja claro, en su retrato de una sociedad devastada, de la que se beneficia, el malo malísimo, Walace (Jared Leto), un magnate que se aprovecha de la contaminación para vender alimentos sintéticos a la población. Población que habita en un mundo gris y aglomerado, en el que ni siquiera se encuentra un simple árbol.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
De hecho hay un momento en el que Mariette, una replicante prostituta, se le acerca a K y se asombra frente a una fotografía de un árbol. Literalmente le confiesa que nunca ha visto uno, siendo un momento en apariencia anodino, pero que remarca el tipo de sociedad viciada en el que habitan estos personajes.
Una sociedad que además de contaminada, destaca por su clasismo. Da igual que no se trate de una sociedad realista, ya que sus replicantes reproducen los mismos vicios que nuestras sociedades han ido repitiendo. Por lo que aunque todos los replicantes coinciden en su creador, el malvado Wallace, tienen estatus sociales diferentes. De modo que Luv, la ayudante de Wallace tiene el privilegio de tener un nombre y una situación acomodada, frente a Mariette que deambula por las calles en busca de clientes o Joi que ni siquiera puede disfrutar de un cuerpo. Ejemplo de sociedad piramidal y sin muestra de compasión entre iguales, que se puede observar en las aptitudes de Luv que no duda en desconectar para siempre a Joi.
Pero aunque se mencionen a varios personajes femeninos, aspecto llamativo para una película de ciencia ficción al uso, el tratamiento de todos ellos deja bastante que desear, siendo en la mayoría de los casos mujeres sufrientes, que son prostitutas, malas, hologramas o mujeres enclaustradas. No se puede asegurar que el retrato de la mujer sea algo premeditado, pero lo que uno puede deducir después del visionado de la cinta de Villeneuve, se asemeja mucho al viejo patriarcado en el que las mujeres solamente pueden ser dulces madres o sucios objetos de deseo (no hay más que observar las calles que pueblan la trama y que están llenas de anuncios con mujeres objetos). En este punto merece una mención Ana de Armas y su personaje, Joi, un holograma que intenta hacer la vida más fácil a K y que recuerda, de forma sospechosa, a la genial cinta de Spike Jonze, Her (2014).
K, al igual que ocurre con todos los personajes de la película, se caracteriza por su profunda soledad, además de por su indefinición que le hace sentirse extraño y discriminado, tanto por parte de los replicantes, como por parte de los humanos. Un personaje el de K (o después Joe), que sin embargo, va a dejar de lado la tendencia individualista de la sociedad que habita para centrarse en el colectivo, llegando así a otro de los temas de la película. K no es el típico héroe de las superproducciones de Hollywood, simplemente es una pieza más del puzzle que debe sacrificarse en pos del bien común. Por todo ello, la apuesta por el colectivo resulta interesante, ya que Hollywood (EE.UU), se caracteriza por el culto al individualismo más acérrimo.
Y es esa contribución por el colectivo, la que va a provocar que K se sienta por fin realizado y con el sosiego suficiente para disfrutar de la nieve, siendo fiel al proverbio zen que dice que un copo de nieve nunca cae en el momento equivocado. Sin duda K se ha dado cuenta que nada sucede fortuitamente y en este ambiguo final abierto, K parece recuperar la paz y la esperanza, más allá de dioses (Wallace), ciegos y ajenos al amor y a la misericordia.
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Una sociedad que además de contaminada, destaca por su clasismo. Da igual que no se trate de una sociedad realista, ya que sus replicantes reproducen los mismos vicios que nuestras sociedades han ido repitiendo. Por lo que aunque todos los replicantes coinciden en su creador, el malvado Wallace, tienen estatus sociales diferentes. De modo que Luv, la ayudante de Wallace tiene el privilegio de tener un nombre y una situación acomodada, frente a Mariette que deambula por las calles en busca de clientes o Joi que ni siquiera puede disfrutar de un cuerpo. Ejemplo de sociedad piramidal y sin muestra de compasión entre iguales, que se puede observar en las aptitudes de Luv que no duda en desconectar para siempre a Joi.
Pero aunque se mencionen a varios personajes femeninos, aspecto llamativo para una película de ciencia ficción al uso, el tratamiento de todos ellos deja bastante que desear, siendo en la mayoría de los casos mujeres sufrientes, que son prostitutas, malas, hologramas o mujeres enclaustradas. No se puede asegurar que el retrato de la mujer sea algo premeditado, pero lo que uno puede deducir después del visionado de la cinta de Villeneuve, se asemeja mucho al viejo patriarcado en el que las mujeres solamente pueden ser dulces madres o sucios objetos de deseo (no hay más que observar las calles que pueblan la trama y que están llenas de anuncios con mujeres objetos). En este punto merece una mención Ana de Armas y su personaje, Joi, un holograma que intenta hacer la vida más fácil a K y que recuerda, de forma sospechosa, a la genial cinta de Spike Jonze, Her (2014).
K, al igual que ocurre con todos los personajes de la película, se caracteriza por su profunda soledad, además de por su indefinición que le hace sentirse extraño y discriminado, tanto por parte de los replicantes, como por parte de los humanos. Un personaje el de K (o después Joe), que sin embargo, va a dejar de lado la tendencia individualista de la sociedad que habita para centrarse en el colectivo, llegando así a otro de los temas de la película. K no es el típico héroe de las superproducciones de Hollywood, simplemente es una pieza más del puzzle que debe sacrificarse en pos del bien común. Por todo ello, la apuesta por el colectivo resulta interesante, ya que Hollywood (EE.UU), se caracteriza por el culto al individualismo más acérrimo.
Y es esa contribución por el colectivo, la que va a provocar que K se sienta por fin realizado y con el sosiego suficiente para disfrutar de la nieve, siendo fiel al proverbio zen que dice que un copo de nieve nunca cae en el momento equivocado. Sin duda K se ha dado cuenta que nada sucede fortuitamente y en este ambiguo final abierto, K parece recuperar la paz y la esperanza, más allá de dioses (Wallace), ciegos y ajenos al amor y a la misericordia.
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