Esta película pide disculpas todo el tiempo por haber sido rodada. Intenta no caer en la frivolidad de querer valorar una obra de arte por encima de una vida humana consciente de que es precisamente eso lo que hacen sus protagonistas; aunque sea la de los propios monuments men.

Otro problema se su trama es la indeterminación de su tono. Está claro que meter en el reparto a un John Goodman pero sobre todo a un perdido Bill Murray la inclina hacia un tono humorístico que choca con algunos pasajes más serios del film. Así, una voz en off de Clooney, nos tiene que recordar todo el tiempo lo importante de su labor.

Prácticamente no hay escenas de batalla, y las que hay son ridículas.

Pero lo peor de todo es, sin duda, el uso del tabaco como instrumento que soluciona conflictos...lamentable.

La película se deja ver pero palidece ante otras obras ambientadas en la Segunda Guerra Mundial como Salvar al soldado Ryan o Stalingrado.