De esta película del legendario, magistral.......e intocable John Ford nadie está autorizado a hablar mal. En realidad las virtudes de la película son legendarias, es una de las raras ocasiones en las que se sale de ver una película en estado de euforia, con una sensación de haber contemplado un canto a la vida, la alegría, el amor, la camaradería, la búsqueda de las raíces y de la propia felicidad.

El tiempo de todas formas, no dejado de hacer sus estragos en ciertas escenas, en especial las del romance de Wayne y O´Hara. Esos primeros planos de miradas penetrantes han quedado un poco obsoletos , la verdad. Son esas ocasiones en las el "Ford poeta" aparece de manera algo chirriante y como con un aura de auto-convecimiento de ser muy emotivo en imágenes. Es uno de sus pocos defectos no siempre reconocidos por una generación de críticos y nostágicos que asocian siempre el buen cine como el genio de origen irlandés...con la exclusión de casi todos los demás.
John Wayne era un estrella en estado puro. Poco importa que el papel no le pegue lo más mínimo (los planos que aparece como boxeador son cuanto menos discutibles) el caso esque su presencia llena la pantalla. La peliroja O´Hara no le va a la zaga en cuanto a personalidad...otra cosa son sus cualidades como intérprete. Los mejores: los secundarios McLaglen y Bond. Nunca defraudaban.
Mítica