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Argentina Argentina · Córdoba
Voto de Roberto:
5
Drama. Romance Amy, Jo, Beth y Meg son cuatro hermanas en plena adolescencia, que viven con su madre en una Norteamérica que sufre lejanamente su Guerra Civil. Con sus variadas vocaciones artísticas y anhelos juveniles, descubrirán el amor y la importancia de los lazos familiares.
4 de febrero de 2020
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pastel en tonos pastel

Mujercitas

Kilómetros de telas para el vestuario de época, centenares de lazos, moños, apliques y detallitos en cada vestido, centenares de combinaciones contrastantes para que todo sea una suma agradable y variada. En la foto se ve: ¿Cuántos colores combinantes podemos combinar en cada vestido? Veamos los lilas, a ver... veamos los rosa viejo, a ver, metamos un pistacho por ahí, a ver...
En Filipinas las textiles no daban abasto, y los pedidos eran todos en materiales nobles: sedas crudas, linos, lanas, chifones, telar, etc. Ah, y con tinturas orgánicas de 1868.
A esto se suma la escenografía, recargada y abundantísima, con unos interiores en tonos acordes, cálidos cuando corresponde, fríos cuando lo mismo.
Risitas, mohines, muecas. Un aluvión de naturalidad, parecen casi porteñas.
Buenos sentimientos y modernidad, o sea una puesta al día empujada y obvia, falta solo que Jo se corte un poco más el pelo, mejor dicho se lo afeite en un costado, en un lateral parietal. La hubieran puesto directo a Kristen Stewart.
Toda risita bella lleva a un momento dramático, todo dramita lleva a una sorpresa feliz.
Una mezcla de tiempos que parece un rompecabezas, al que uno al final se acostumbra, aunque está todo el tiempo diciéndose: Ah, esta la pesqué, es en el pasado, porque la luz es más cálida y ella tiene el pelo corto, ah, ahora se fue al presente, porque ahora Amy está en París, pero el vestido sigue siendo enorme con delantalito de pintora también enorme, y ellos están en un estudio enorme que ni Degas y Amy se hace la pintora enamorada.
Los pobres son pobrísimos, de casa desvencijada, y ellas les llevan una vez el desayuno y después los olvidan hasta que mueren.
La casa de ellas en cambio parece un palacete, puro tendaje dorado. Velas a montones, calidez. Pero los áticos son severos, con tonos grises hasta las vigas, y ellas vestidas acorde de colores plomizos.
Timothy Chalament sigue jugando al adolescente lánguido Elliot de Llámame por tu nombre, haciendo movimientos raros, saliditas intempestivas, y oscureciendo la voz, que es linda. Demasiado joven para el papel, pasan los años,
7 en la peli, y sigue siendo un pendejo.
Las chicas están bien, pura dulzura, andan siempre corriendo. Laura Dern un poco más baja que lo habitual últimamente, lo que es un alivio. Usa siempre su voz sedosa, aterciopelada, y su mirada de madre comprensiva ante cualquier cosa. Lo único que sobresale en ella es el vestuario, cargado, en tonos marrones y siempre con un lazo rojo contrastante. Meryl Streep, para lo que hace, podría no estar, y nos ahorraría un montón de muequitas.
No hay sensualidad a pesar de tanta vela, salvo las miraditas suplicantes de Timothy, la nueva estrella.
El editor es ridículo cada vez que aparece: Ponga una muerte, ponga un final feliz, haga que se case la protagonista Jo/Kristen, al final.
En fin, aunque por ahí llega a emocionar, porque uno no es de hierro, la miré todo el tiempo frío como el hielo más frío, a pesar de las oleadas de caramelo fundido que caían sobre mi cerebro.
Roberto
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