Si crees que el cine es algo más que efectos especiales, no deberías perder ni un minuto en este aburridísimo e infumable engendro.

Lucas -hábil como productor, execrable como director- vuelve a poner de manifiesto sus penosas limitaciones, haciendo de cada una de sus criaturas vacías figuras de cartón.

Desde el guión (ya no cuenta aquí con la valiosa colaboración de Lawrence Kasdan o Leigh Brackett) hasta la dirección (?) de actores, pasando por los diálogos, todo rezuma mediocridad. Lucas no puede con todo y ¡vaya si se nota!

Hasta las maravillas digitales, carentes del menor toque humano, parecen pasajes de un videojuego (el muy publicitado combate aéreo del comienzo, por ejemplo).

La primera trilogía no se merecía esta segunda, torpe y mercenaria entrega.

Ahora, mientras Lucas cuenta los millones que le llegan de todo el mundo, ya se habla de que el negocio continuará con una serie...

Estaría bien que don George se hiciese ver pronto su egolatría. Los espectadores se lo agradeceríamos.