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Voto de Samizdat:
5
6,3
1.156
Drama
Años 30. Abel Tiffauges es un hombre ingenuo e introvertido que se identifica más con los niños que con los adultos. Aunque creció en un orfanato francés, siempre estuvo convencido de que le esperaba un gran destino. Trabaja como mecánico en las afueras de París y sólo se relaciona con niños, animales y marginados. Sospechoso de un intento de agresión sexual a una niña, el estallido de la II Guerra Mundial (1939-1945) lo salva de la ... [+]
24 de mayo de 2011
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un procedimiento frecuente en libros y películas con una intención crítica, pero a los que se quiere dotar de un tono cómico que resulte atractivo al lector, es servirse de un protagonista tirando a cortito, que por más que resulte zarandeado por el destino tiene la fortuna de caer siempre de pie. De este tipo serían el Cándido de Voltaire o el inefable Forrest Gump; de este tipo sería también Abel, el protagonista de la pelicula «El ogro» de Volker Schlondorff. Abel es un francés rarito que nos cuenta su vida desde un episodio de su infancia (recuerdos del internado: imágenes en sepia) hasta su madurez, en la que vive un periplo que le lleva hasta el corazón de la Alemania nazi. Los dos centros de gravedad de la película son, por un lado, la personalidad del protagonista; por otro, el extraño y siniestro País de las Maravillas que visita.
Del protagonista, interpretado por John Malkovich, es difícil decir si sufre propiamente un retraso mental, o si simplemente, absorto en sus propias obsesiones, prefiere mantenerse al margen del drama que se desarrolla a su alrededor. Sus principales rarezas son su afición por los niños (preferentemente varones, aunque no de forma exclusiva), su amor por los animales y el hecho de que posee, o cree poseer, un extraño don de naturaleza sobrenatural. En mi opinión, el personaje no está del todo bien perfilado, y tampoco tiene el tirón suficiente como para convertirse en motor de toda la película.
(sigue abajo, sin reventar la película)
Del protagonista, interpretado por John Malkovich, es difícil decir si sufre propiamente un retraso mental, o si simplemente, absorto en sus propias obsesiones, prefiere mantenerse al margen del drama que se desarrolla a su alrededor. Sus principales rarezas son su afición por los niños (preferentemente varones, aunque no de forma exclusiva), su amor por los animales y el hecho de que posee, o cree poseer, un extraño don de naturaleza sobrenatural. En mi opinión, el personaje no está del todo bien perfilado, y tampoco tiene el tirón suficiente como para convertirse en motor de toda la película.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En cuanto a la imagen que da de la Alemania nazi, resulta bastante tópica, a pesar de la actuación estelar de Hermann Goering en su faceta de experto degustador de excrementos de venado. El jerarca nazi es presentado como un loco grotesco, con frecuentes ataques de ansiedad que solo logra calmar introduciendo sus manos en un recipiente lleno de joyas, y con una pasión compulsiva por la caza. En cierto momento de la película, él y su cortejo dan muerte a centenares de animales, que se amontonan en lo que parece una metáfora de los campos de exterminio. Como en otras películas sobre el nazismo, hay también un barón de rancio abolengo que encarna a la vieja aristocracia germana y termina comprometiéndose en la Operación Walkiria; y un sosias del doctor Mengele, obsesionado por la pureza racial. En fin, una visión tópica del Tercer Reich que no aporta nada nuevo.
Se ve que la intención del autor es crear una cierta atmósfera irreal, de cuento de hadas, mediante la alusión al ogro (el ogro es el apelativo que dan las gentes de los contornos al protagonista, encargado de capturar a niños varones para llevarlos a una escuela militar y, en última instancia, al inexorable matadero que era por entonces el frente ruso; pero también es el sobrenombre de un viejo alce solitario que confraterniza con él), Luego está la alusión a otro personaje del imaginario popular también relacionado con la infancia, San Cristóbal, protector de los niños, reverso positivo del ogro: la intención del autor está clara, mostrarnos a un personaje ambiguo, a la vez ogro y San Cristóbal, que apresa a los niños pero que finalmente los salva. Sin embargo, el lado oscuro del personaje apenas existe.
Da la sensación de que esta pelìcula no es la de verdad, sino una versión light y edulcorada de una historia con más aristas que se pudiera haber contado, si el autor no hubiera tenido tanto cuidado por hacefr una película políticamente correcta y hubiera desarrollado más el lado oscuro de la pasión de Abel por los niños. Por otro lado, me parece que va en detrimento de la verosimilitud de la película el que todos se expresen indistintamente en inglés, a pesar de sus evidentes diferencias idiomáticas (que incluso llegan a comentarse alguna vez a lo largo de la película). Y eso no se soluciona, sino todo lo contrario, con la inserción esporádica de frasecillas tópicas en francés o alemán («Bon appétit!»y tal). Qué diferente de la utilización eficacísima de las diferencias lingüísticas que hace Tarantino en «Malditos bastardos». En fin, por lo menos los textos escritos están en el idioma apropiado, no como en la ridícula «La casa de los espiritus», en la que podíamos ver a campesinos chilenos agitando pancartas escritas en un correcto inglés.
Se ve que la intención del autor es crear una cierta atmósfera irreal, de cuento de hadas, mediante la alusión al ogro (el ogro es el apelativo que dan las gentes de los contornos al protagonista, encargado de capturar a niños varones para llevarlos a una escuela militar y, en última instancia, al inexorable matadero que era por entonces el frente ruso; pero también es el sobrenombre de un viejo alce solitario que confraterniza con él), Luego está la alusión a otro personaje del imaginario popular también relacionado con la infancia, San Cristóbal, protector de los niños, reverso positivo del ogro: la intención del autor está clara, mostrarnos a un personaje ambiguo, a la vez ogro y San Cristóbal, que apresa a los niños pero que finalmente los salva. Sin embargo, el lado oscuro del personaje apenas existe.
Da la sensación de que esta pelìcula no es la de verdad, sino una versión light y edulcorada de una historia con más aristas que se pudiera haber contado, si el autor no hubiera tenido tanto cuidado por hacefr una película políticamente correcta y hubiera desarrollado más el lado oscuro de la pasión de Abel por los niños. Por otro lado, me parece que va en detrimento de la verosimilitud de la película el que todos se expresen indistintamente en inglés, a pesar de sus evidentes diferencias idiomáticas (que incluso llegan a comentarse alguna vez a lo largo de la película). Y eso no se soluciona, sino todo lo contrario, con la inserción esporádica de frasecillas tópicas en francés o alemán («Bon appétit!»y tal). Qué diferente de la utilización eficacísima de las diferencias lingüísticas que hace Tarantino en «Malditos bastardos». En fin, por lo menos los textos escritos están en el idioma apropiado, no como en la ridícula «La casa de los espiritus», en la que podíamos ver a campesinos chilenos agitando pancartas escritas en un correcto inglés.