La verdad fílmica consiste en seguir de principio a fin una investigación periodística, y ver cómo esa investigación se va agrandando e involucrando, paso a paso, a personajes políticos cada más influyentes. “Todos los hombres del Presidente” son, literalmente, todos los políticos y no políticos que fueron parte (directa o indirecta) del mayor escándalo de espionaje y corrupción de la historia de Estados Unidos. La película no defrauda en ningún sentido, la narración está tan bien llevada, que las 2hr 20min pasan ágilmente. A medida que transcurre la historia, la investigación nos va sumergiendo en un mundo de nombres, fuentes periodísticas, sospechas, arreglos y un largo etcétera, que complejizan el relato pero nunca lo vuelven ni denso ni pretencioso. Es decir, tenemos veracidad informativa (considerando que hablamos de una investigación real llevada a cabo por 2 periodistas del Washington Post, caracterizados por Redford y Hoffman) y tensión dramática en ascenso constante.
Es importante destacar que no hay subtramas, todo está concentrado en la investigación, la cual funciona como un embudo que acapara todo. Ese es uno de los puntos más destacables de la película, alejarse de sentimentalismos o caminos paralelos (tan típicos de Hollywood), y enfocarse en el núcleo del tema en cuestión.
El trabajo con la música es simplemente genial, la misma es utilizada de forma minimalista, sólo para resaltar algunos aspectos de tensión en momentos muy puntuales. Es más bien una película hablada (o muy hablada), que avanza a la vez que van surgiendo nuevos elementos para ir armando el gran rompecabezas. La edición es prólija y concisa. Los cortes en el momento justo, le otorgan un carácter frío y, tratados como si se estuviera haciendo una disección temporal de la investigación, se suprimen las partes que no aportan y se evita la utilización de recursos temporales rebuscados. Punto aparte para la dirección de fotografía, que aporta muchísimo a la estética en general y al realismo de la trama.