Con ligereza, sin aspavientos, con un sentido del humor impecable, utilizando todos los trucos que le conocemos, entreteniendo, divirtiendo, Woody Allen vuelve a contarnos una y otra vez la misma historia que siempre y que todos sus fans vamos una y otra vez a ver, sabiendo que nos va a contar lo mismo, pero es como Charlie River (para quien lo recuerde) o como Gila (a ese es posible que le recuerde más gente) que nos hacían reír siempre con los mismos gags, con los mismos chistes, cada vez contados de la misma manera. La inteligencia es lo que tiene.

Sin embargo, uno echa en falta, en la oscuridad de la sala, un cuadernito y un bolígrafo para apuntar, para recordar alguna frase... tanta profundidad esconden sus comedias con apariencia de ligeras...

Le pasa lo contrario que a Almodóvar: cada vez es más plasta, más aburrido, más cargante, menos divertido, más plúmbeo... con esa pretenciosidad que me descompone. ¡Con lo divertido que habría podido llegar a ser mi Peedrooooo!