El quincuagésimo cuarto largometraje animado de los estudios Disney es el primero basado en personajes de Marvel. El cómico hómonimo fue escrito por Steven T. Seagle y Duncan Rouleau, y fue lanzado en 1998. Su adaptación cinematográfica es una grandilocuente película animada que derrocha arte visual por donde quiera.
El relato transcurre en San Fransokyo, como su nombre lo dice es una mezcla entre San Francisco y la ciudad de Tokyo. En ella vive Hiro Hamada, un intrépido niño que dedica sus días a las luchas con robots. Su hermano Tadashi estudia en la universidad tecnológica más sobresaliente y él quiere sacarle provecho a su capacidad gracias a su hermano, pero para poder ingresar a dicho centro educativo, debe presentar un proyecto sobresaliente. Al mismo tiempo Tadashi le muestra su trabajo para la escuela, el cuál es un sofisticado y adorable robot llamado Baymax. Pero un día el grandioso experimento de Hiro se sale de control, y es aquí donde necesita la ayuda de sus amigos.
La amalgama de humor y cine de superheroes resulta, entregándonos una historia emocionante y a su vez melancólica. El desarrollo de personajes es impresionante, es imposible no sentirse identificado con alguno, pero también es imposible no amar a Baymax.
En términos visuales el filme es fantástico, la creación de escenarios y pesonajes es virtuosa. El montaje es socado, lo que permite que el ritmo no decaiga y se disfrute de principio a fin.
La banda sonora de Henry Jackman calza a la perfección y la canción "Immortals" es pegadiza, cuesta quitársela después de ver la película.
Cuenta con algunos fallos en el guión, pero después de disfrutar semejante platillo se le pueden perdonar sus imperfecciones.