La tercera entrega de la saga española de terror por excelencia deja claro que aún se puede innovar. Desde luego que Paco Plaza ha sabido dar un digno giro de tuerca a lo que filmó junto a Balagueró en las dos entregas anteriores, aderezarlo con mucho humor negro y un gore aun más explícito y duro, y el resultado es este Génesis.
Leticia Dolera y Diego Martín acertadísimos. Los novios perfectos en una boda del todo imperfecta. La confirmación de que el amor es más fuerte que cualquier cosa, y si no que se lo pregunten a los recién casados o contemplen el magnífico final. Y es que, sabiendo su director lo fácil que hubiera sido tomarla demasiado en serio y hacer un fiasco, se decanta por el humor gamberro que funciona perfectamente para la ocasión. Dice Boyero que no le ve la gracia y la pone a parir, lo cual es respetable a más no poder, pero señor mío, para ser la tercera parte de un producto casi agotado y que funcionó bestialmente bien, al menos en su primera y original entrega, cumple con creces.

Para empezar se descarta la cámara en mano, cosa que se agradece. El hecho de estar ambientada en una boda da mucho juego, y el séquito de personajes secundarios como puras caricaturas es digno de admiración. Con REC 3 vas a reírte, y lo dice un servidor que se ha reído bastante y no pensaba que fuera a hacerlo. Es posiblemente lo mejor que ha podido hacer Plaza: no tomarse la película demasiado en serio. Eso hubiera sido un error fatal. Si en la primera entrega pasábamos más angustia que una langosta en un cazo, aquí los momentos tensos también tienen su lugar, pero acompañados de un insano y desvergonzado humor que te salpica entre mordisco y mordisco. Así que bravo por ello.
La horda de secundarios da un juego impecable. En ningún momento pensamos estar viendo más de lo mismo (salvando las distancias, claro está) teniendo en cuenta que se trata de una precuela. Respeta el origen de la saga retocándolo de un acertado maquillaje humorístico y con muy mala leche que sumado a los momentos de gore más explícito, la hacen una deliciosa reminiscencia de aquello llamado cine exploit que se ríe de sí misma y de todo alrededor. Una risa continua y prolongada, provocada por momentos muy bien elegidos entre susto y susto.

La cinta por otra parte, dura lo que tiene que durar. No llega a la hora y media porque no lo necesita. Para contar lo que pasa le sobra. Y aunque parezca mentira, nos hallamos sobre todo ante una imponente historia de amor. La de Koldo y Clara, marido y mujer hasta la muerte. Y si no me creen del todo, cuando terminen de verla me darán la razón.

Terroríficamente divertida. Escalofriantemente romántica.

Y yo digo: que vivan los novios. O no?