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Voto de Juan Ignacio :
7
Drama Los habitantes del lago Kenozero viven del mismo modo que, durante siglos, vivieron sus antepasados. En esa pequeña comunidad, donde todos se conocen. sólo se produce lo necesario para la supervivencia. Sólo se comunican con el exterior gracias a la lancha del cartero, pero cuando alguien roba el motor de la embarcación y, además, la mujer que ama se escapa a la ciudad, el cartero emprenderá un viaje de autodescubrimiento que le ayudará ... [+]
20 de marzo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una pequeña villa junto al lago Kenozero (dentro del parque nacional del mismo nombre, desde el año 2004 declarado como reserva de la biosfera por la UNESCO), situado al norte de Rusia, mora un grupo de personas, en su mayor parte jubilados, que han renunciado a las comodidades de la ciudad y desean vivir como sus ancestros, en pequeñas casas de madera, mejor o peor acondicionadas, pero, en todo caso, con bastantes limitaciones. La acción se nos presenta en verano, que allí debe de ser muy corto, en invierno desconocemos si en aquel lugar podrá vivir alguien, pues su única comunicación con la ciudad la establecen a través de Liohkta, el cartero, que se traslada con su pequeña lancha de motor a través del lago hasta la ciudad más próxima.

Andrei Konchalovski, con 73 años cuando dirigió esta película, director irregular en sus resultados artísticos, con mucho tiempo pasado en EE.UU. con una filmografía poco relevante, quizá haya rodado en esta ocasión su mejor película desde Siberiada (1979). Esta historia que cuenta hechos reales y cuyos protagonistas, en su mayoría, se interpretan a sí mismos no siendo, por tanto, actores profesionales, es de una gran sencillez. Estamos ante un film costumbrista, sin embargo no trata esa vida rural como si se tratase de algo paradisiaco, sino que nos muestra también las bajezas y miserias del ser humano que éste lleva en su propia condición aunque esté en un tranquilo e idílico lugar.

Los toques de poesía, de belleza, de humanidad, aun dentro de la sobriedad del guion, del propio director y Elena Kiseleva, son muchos, tales como la casi extrema bondad del personaje principal, el cartero, Liohkta, su natural aceptación de que su amor jamás será correspondido, la relación casi paternal que mantiene con el niño, Timur, hijo de su amada, la soledad del propio protagonista y la de algunos de los ancianos, el entrañable personaje de Bollo, casi siempre borracho y filosofando...

Película sencilla que quiere hablarnos al corazón, que, a pesar de sus numerosos méritos, no resulta del todo redonda, quizás porque la unión de las diversas secuencias (alguna de las cuales no queda bien rematada), en más de un caso, no esté bien hecha, así como alguna elipsis que parece forzada. Las limitaciones técnicas del lugar a la hora del rodaje nocturno también son evidentes.
Juan Ignacio
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