Ana es una joven conductora de ambulancias que en su trabajo consigue simpatizar con los enfermos a quienes ayuda a trasladar desde su domicilio al hospital y viceversa; sin embargo sufre una, para ella, insalvable dificultad para relacionarse con cualquier persona fuera de su vida laboral, incluso con su madre, con quien convive. Fruto de esa frustración Ana se llega a autolesionar cada vez que es consciente de que ha desperdiciado una oportunidad de acercamiento a alguien. Llega a mantener un falso diálogo con su novio quien la dejó hace tiempo. Solo, a través del ordenador, consigue expresar sus sentimientos y comunicarse con otra persona, por supuesto, desconocida.

Desde su planteamiento inicial la película avanza poco, tan solo nos muestra, una y otra vez, dicho sufrimiento e incapacidad para convivir en sociedad e inutilidad, aún mayor, para un acercamiento más íntimo. Así hasta el final. Aquellos pocos que conozcan a un enfermo neurótico entenderán mejor al personaje de Ana, una enfermedad, la neurosis, que hace alejarse al enfermo de los demás y a aquellos de éste aun en las escasas ocasiones que el neurótico desea la proximidad del otro.

El desarrollo de la historia se hace exasperante al contemplar el vivir, sin salida a su aislamiento, de Ana. A destacar la interpretación de Marián Álvarez, casi imperturbable en todo momento incluso en las cotidianas y continuas decepciones de su personaje.