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Voto de Juan Ignacio :
9
Drama Mamma Roma es una prostituta que sueña con un bienestar pequeño-burgués. Tras la boda de su protector, se traslada con su hijo Héctor a un barrio decente, donde regenta un puesto de frutas en el mercadillo popular. Héctor es un muchacho de carácter débil e influenciable que se deja arrastrar por los amigos y se enamora de Bruna, una chica que lo inicia en los secretos del amor. (FILMAFFINITY)
29 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mamma Roma, una mujer que ya ha pasado de los cincuenta, se siente liberada de ejercer la prostitución cuando su proxeneta, un hombre mucho más joven que ella, se casa. Se ha comprado un piso en un barrio nuevo, Don Bosco, en el extrarradio de la capital italiana, y quiere salir adelante regentando un puesto de verduras y fruta en un mercadillo cercano. La mujer se trae consigo a su hijo Ettore, de 17 años, al que tenía viviendo en el campo con unos familiares y, juntos, quiere emprender una nueva vida.

Segunda película de Pier Paolo Pasolini que bebe del género neorrealista en cuanto al estilo, pero con un fundamento distinto; el neorrealismo italiano nació al terminar la Segunda Guerra Mundial, el país necesitaba levantarse tras la destrucción de la guerra y la invasión alemana, sin embargo, cuando Pasolini realiza esta película, ya han pasado diecisiete años de aquello, una nueva Italia ha empezado a emerger y sus problemas no los acarrean los nazis, sino los propios italianos; ese es el pensamiento que el director pone de manifiesto en su guion. También se utiliza un aspecto diferente; los directores neorrealistas buscaban actores no profesionales para dar mayor sentido de realidad, Pasolini hace contrastar a una actriz como Anna Magnani (enorme, apasionada) con actores no profesionales para contraponer los dos polos y hacer ver que lo que se cuenta está en un plano distinto al de la interpretación. Historia expuesta a la manera de una tragedia griega donde cuando se quiere escapar de la fatalidad del destino uno no hace sino ir hacia él en un recorrido en espiral desde el exterior hacia su centro, aquel del que se quería huir.

El escritor y poeta se hizo cineasta para expresar su arte desde una nueva visión, con la imagen, mucho más carnal, así lo dejó dicho; y quizá con este film alcanzó el culmen de su obra cinematográfica. En cualquier caso estamos ante una creación de una gran calidad, tanto en su fondo como en su forma, valgan como ejemplo esos dos travellings, en sendos plano secuencia en los que Anna Magnani ocupa el centro del cuadro, el fondo está absolutamente oscuro, los personajes, irrelevantes, se acercan a ella mientras la protagonista desgrana una retahíla de deseos para su esperanzado futuro, en el primero de ellos, y da rienda suelta a la exposición de su desgracia en el segundo. La belleza de toda la cinta, hecha con absoluta sobriedad, es digna de admiración. La música de Vivaldi contrasta con la realidad que muestra, y las referencias a Leonardo da Vinci, en la primera secuencia, y a Andrea Mantegna, en la última, manifiestan el gusto del director por esas otras dos artes.

Pasolini trata exquisitamente a todos sus personajes, se diría que los ama y jamás los juzga. No es una historia en que se resalte una crítica social (aunque en la primera secuencia, la del banquete de boda, insulta gravemente al sentimiento italiano encarnado en el primer verso de su himno nacional), sino que esta va implícita en el ser de las figuras. La exprostituta, sobreprotectora con su hijo, que busca un puesto como pequeñoburguesa en la sociedad y fracasa al reaparecerle lo peor de su pasado. El joven que se ha criado sin padres y se ve rodeado de jóvenes como él sin oficio ni beneficio a los que se une por encontrar un lugar de pertenencia. Los jóvenes, descolocados, y sin las ganas suficientes de afrontar la dureza de vida que les permita salir del lugar que ocupan. El Dios, a quien Mamma Roma clama, y no responde. Y la madre, de la que uno se puede sentir lejos, incluso se la puede llegar a apartar, pero a la que se vuelve, o se trata de hacerlo, cuando se siente que su ausencia puede ser definitiva. Y todo lo anterior rodeado, sí, de un profundo fatalismo que no se hace melodramático (nada de lo que se nos muestra se ve forzado, sesgado o artificial), pues el espectador conoce que, en más ocasiones de las deseadas, existe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Ignacio
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