La primera obra maestra del período mexicano de Luis Buñuel es un melodrama de tintes más duros, fuera de la legitimidad que le daba el sistema mexicano y auspiciada gracias al éxito en festivales internacionales. Los olvidados es todavía hoy una película dura, cruda, seca; la mirada de Buñuel conecta con su vena documentalista antes que con la complejidad de sus intereses surreales y de ruptura.

Con un final tremebundo, este relato de como la temperatura moral desquicia ciertas vidas concretas ha envejecido espléndidamente, y en sus momentos donde la fragilidad de ciertas criaturas - difíciles de amar pero completamente vulnerables y dejadas a su suerte - emerge de maneras distintas, desde el deseo impropio hasta el miedo y la supervivencia, demuestran la centralidad del cineasta.