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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
8
Drama Una niña de 6 años y sus amigos pasan el verano en un pequeño motel muy próximo a Disneyworld, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean sufren aún los efectos de la crisis. (FILMAFFINITY)

23 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de sobra conocido que los moteles, ideales para los road trips, se inventaron para facilitar los viajes. De ahí su nombre: contracción de motor y hotel. Sin embargo, en The Florida Project (2017), de Sean Baker, lo que se observa es el enorme estatismo de los personajes, reducidas sus condiciones de vida a los poco más de veinte metros cuadrados en que consisten sus respectivas habitaciones en ese característico alojamiento norteamericano, pues no se trata de clientes de paso, sino de residentes habituales que apenas pueden pagar su renta semanal.
Llama la atención la colección de vidas detenidas que se muestran en este filme, al menos en lo que a los adultos se refiere, porque los niños sí encuentran sus propios resquicios de movimiento y juegos, no demasiado habituales, por otro lado, pues consisten en escupir a los coches o pedir dinero a los clientes de una heladería para comprarse sus cucuruchos.
También se observa movimiento en un helicóptero, cuya presencia constante hace pensar en una especie de Gran Hermano ambulante con rotor.
Y sucede todo ello en las proximidades de uno de los iconos de la felicidad occidental: el parque temático de Disney en Florida; lo que ha de hacernos pensar en la existencia real del, así llamado, Cuarto Mundo, es decir, el Tercer Mundo dentro del primero. Incluso de vez en cuando aparece un camión para entregar comida a las familias del motel, eufemísticamente denominado Magic Castle, en escenas que parecen corresponder a las regiones más desfavorecidas del planeta.
Todo ello vincula esta cinta con el neorrealismo italiano, pero hemos de establecer algunas diferencias esenciales, de la que no es menor el hecho de ser The Florida Project una película en color, mientras las producciones del país transalpino prefirieron el blanco y negro cuando la vida que respiramos cada día es de color, no de color de rosa, desde luego, pero sí en toda la amplitud de la gama cromática, de ahí que el supuesto realismo romano adultere la realidad en su busca de una determinada intensificación del dramatismo.
Otra diferencia importante es que los largometrajes italianos con los que estamos relacionando esta película sí gozan de un importante hilo argumental, mientras que el filme de Baker destaca por una sucesión de secuencias, que guardan coherencia unas con otras, pero no necesariamente mediante una concatenación causa-efecto. Es lógico, por ejemplo, que si los personajes de The Florida Project no pueden pagar la renta semanal tenga que recurrir a todo tipo de artimañas para satisfacer esa deuda, o que si en opinión de las autoridades el modo de vida de los niños no se adecúan a los estándares educativos intervengan los servicios sociales, yo no digo que los diferentes pasajes de esta excepcional cinta estén ahí al buen tuntún, pero no es menos cierto la enorme función mostrativa de las diferentes escenas, puesto que lo que se persigue en este largometraje es hacer testigo a los espectadores de una determinada realidad social.
Podrían haber añadido más pasajes o podrían haber suprimido algunos y la narración no hubiera perdido en eficacia, pero en mi opinión Baker ha dejado aquéllos que ha considerado necesarios para el fin que perseguía, que no es otro que el de exhibir el modus vivendi totalmente ajeno al sueño americano.
De ahí el enorme valor documental de la ficción llevada a la pantalla, lo que apuntala una de mis caras ideas acerca del cine contemporáneo: la subordinación del guion a las imágenes dotadas de un alto grado de elocuencia. En la página de Filmaffinity, la trama se resume en tres líneas y aún podría reducirse más: Una niña de seis años malvive con su madre en un motel cerca de Disneyworld.
La historia por la historia no vale hoy en día, sino que lo que se busca es perfilar caracteres o, como en el filme de que estamos tratando, ejemplos humanos de desigualdad social. La denuncia no está en los hechos, sino en las condiciones marginales de vida de los personajes, sin caer en el dramatismo previsible o las emociones epidérmicas. No se trata de conocer las causas de cómo se ha llegado a esta situación, ni establecer un juego de victimarios y víctimas, sino de mostrar lo que hay. El cine se convierte así en una ventana abierta a la realidad.
Vidas detenidas, por lo tanto, a pesar de las fechorías infantiles, lo cual constituye un oxímoron en sí mismo, pues ya desde Aristóteles es universalmente aceptado que la vida consiste en el movimiento. Para el filósofo estagirita, una piedra, incluso la piedra más preciosa, se diferencia del coral en que éste tiene una capacidad interna de desarrollo, porque un coral está vivo. El paso de la potencia al acto es la condición intrínseca de la existencia para el pensador peripatético. Es la capacidad de movimiento lo que determina la existencia de vida, y no se refería sólo a la posibilidad de desplazarse, sino a la virtud de evolución interna.
Pero los personajes de The Florida Project han estacionado sus vidas en un motel.
Podríamos mencionar también el excelente trabajo de los niños, sobre todo de Brooklyn Prince, que interpreta a Moonee, la niña de seis años que articula las diferentes escenas, o Bria Vianite en el papel de Halley, la madre de Moonee, pero la crítica ha destacado el excelente trabajo de Willem Dafoe, en el rol de Bobby, el gerente encargado también del mantenimiento del motel. No encontramos así con una persona real, Willem Dafoe, en la piel de un personaje de ficción, que a su vez tiene toda la textura de una persona real, evidentemente un ser humano diferente de lo que es el actor Willem Dafoe, si bien con todos los atributos necesarios para ser alguien de carne y hueso.
Nos hallamos, por lo tanto, ante una excelente película independiente americana. Todo un soplo de frescura, desde el punto de vista meramente fílmico, dentro de abotargado panorama al que, por desgracia, nos tiene acostumbrado la industria cinematográfica en ese país.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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