En manos de su hijo Brian, los muñecos de trapo de Jim Henson han sido poseídos por el espíritu de Larry Flynt en el contexto de una bastante vulgar película de detectives. Con Melissa McCarthy y Maya Rudolph secundando de lujo a estas desvergonzadas muppets, hay mucho material picante en los diálogos y en más de una escena altamente procaz y poco que escarbar en el argumento. A decir verdad, la despreocupación por la trama es evidente, por quién es el asesino o si Phillips, la marioneta detective, es culpable o inocente. Nada gordo sobre lo que indagar para quien sea capaz de poner una intriga detectivesca en manos de unas marionetas deslenguadas, lujuriosas y violentas y no sepa salir bastante indemne en el intento.
A pesar de que hay algún giro inesperado, el talento creativo está puesto al servicio de quien guste antes de lo obsceno que del suspense. A menor inquietud, mayor lascivia; a menor rigor en lo que se cuenta, mayor pretensión por la parodia. No obstante, los remordimientos, al igual que la censura, no existen en este mundo en el que la mayoría de los protagonistas están dirigidos gracias a una mano metida por donde la espalda pierde su nombre y una voz pone sonido a su insonoro movimiento de labios, cosas que, siendo pragmáticos, dan poco margen para que alguien se pueda tomar en serio cualquier narración a la que se le quiera poner algo de valor. Cualquiera que no se engañe en cuanto a la auténtica meta perseguida, debería bastarle para disfrutar a carcajadas de este entretenimiento guasón para adultos.