Haz click aquí para copiar la URL
Voto de John Dunbar:
6
Terror. Fantástico Un tranquilo y pequeño pueblo de Maine está siendo aterrorizado por una fuerza malévola oculta tras la máscara de un payaso, y que tan sólo se la conoce como "It". Tras sus primeras víctimas, una pandilla formada por siete amigos de la infancia dedicen volver a reunirse para atacar el mal y destruirlo, intentando librar así del terror a su pueblo natal. (FILMAFFINITY)
18 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con objeto del estreno en 2017 de la nueva adaptación de la famosa novela de Stephen King, yo también quise darle, previo a ese estreno, un nuevo repaso a la vieja versión televisiva. Sigo pensando lo mismo sobre ella que tras los primeros visionados: gran solidez en la construcción narrativa, bastante admirable para ser un telefilm, por cierto, para terminar saltando por los aires cualquier credibilidad conseguida hasta ese momento por culpa de un final famélico y no apto para mayores de ocho años.

La recuerdo alguna vez siendo pasada por televisión que, debido a su larga duración y su formato televisivo y al igual que se tiene hecho con otras obras de King, era dividida en dos mitades (como va a suceder, además, con su hermana cinematográfica). Lo cierto es que así fue engendrada desde un principio. La verdad que, con el argumento entre manos, queda perfecta la división en dos partes tan iguales como reconocibles. En la primera de ellas, hay una identificación de los orígenes del trauma, un trauma colectivizado, lo que representa para todos y cada uno de nuestros protagonistas cuando éstos eran aún niños y vivían tras el candor de sus respectivas familias en ese apacible pueblecito del estado de Maine, sensación que se respira en algún lugar de su superficie, con el que se suelen ilustrar las obras de su autor, su lugar, por cierto, de nacimiento y residencia. Las anécdotas infantiles se reconocen con la ayuda de flashbacks individualizados para acercarnos, uno a uno, a esos niños de entonces, ahora ya adultos y con vidas profesionales exitosas de todos ellos -singular matiz el de éste último apartado-. De todos menos, relativamente, uno. Justo el único que no ha salido del pueblo, el que hace de eslabón posible entre el presente y el pasado y pone sobre aviso al resto. Es curioso que el célebre novelista decidiera hacer de unos perdedores ('El Club de los Perdedores' se hacían llamar así mismos), unos adultos distinguidos y hasta afamados profesionales. De los clásicos chavales impopulares en la escuela por un motivo u otro, a convertirse en todo lo contrario, ganadores. (¿Algún trauma infantil parecido, Stephen? No, no voy a ser malo). Todo aparenta terminar, tras hacer piña los siete niños del 'club', en una confrontación llena de valentía conjunta contra el mal acechante, el payaso Pennywise. Una manera excepcional de romper definitivamente con la infancia y sembrar las bases de un grupo afín que quedará para siempre unido. En cierto modo, a su pesar.
La segunda parte nos traslada al presente. Aquel grupo de marginados preadolescentes que un día le plantaron cara al terror, ahora vuelven procedentes de caminos distintos al lugar que nunca desearían haber vuelto. Recibidos todos con sabor desagradable a medida que van llegando a ese lugar que cambió sus vidas para siempre, proponen una cena previa de reencuentro y tras la distensión y las confesiones personales, el pasado. El terror. Pennywise. Ha vuelto. Aquello que creían olvidado regresa como una pesadilla que se repite sin poder evitarlo. ¿Será la hora de ponerle fin de una vez por todas al terror?

Por alguna razón desconocida, Stephen King tiene un problema reiterado en algunas de sus obras literarias: no sabe concluirlas. Mi visión lo define con lo siguiente, pierde en el culmen lo logrado anteriormente. Y esto le pasa también en 'It'. O al menos a su adaptación televisiva. El desarrollo, para ser un producto de televisión como decía al principio, es más que aceptable tanto en lo artístico como en lo estético. Se puede decir que es un producto cumplidor y aunque el payaso Pennywise se vea hoy algo deslucido ante la versión moderna, sigue sembrando escalofríos ese Tim Curry original, tras kilos y kilos de maquillaje, su inconfundible peluca roja y unos dientes diabólicos. El punto flaco continúa estando en ese final vergonzoso, por cutre e insuficiente para cualquier aspiración terrorífica mínimamente decente. No se puede preparar todo de manera impecable para el baile y en el momento principal que falle la música.
A estas alturas es ya vox pópuli la verdadera identidad de Pennywise; estoy hablando de la desgraciada y terrible historia real que se esconde detrás del auténtico payaso en el que King se inspiró para dar rienda suelta a su imaginación. Una revelación sobrecogedora de un serial killer real que, como en la novela y posteriores adaptaciones a la pequeña y gran pantalla, hacía las delicias de los más pequeños bajo el disfraz de inofensivo payaso mientras que seleccionaba simultáneamente a sus víctimas mortales. No será seguro ni la primera ni la última vez que la realidad se aproveche para llenar una ficción, aunque se comprende que la realidad imponga a veces un miedo irracional en un personaje en principio tan entrañable.
Independientemente de lo que haya de real detrás de 'It', que ya es de por sí, sabiéndolo, un componente añadido, el insigne autor de 'best sellers' mitifica esa imagen de dualidad que siempre tienen los payasos. Son expresión de alegría y risas a la par que también pueden serlo, y ¡vaya si lo son!, de terrores infantiles inconfesables. Para la mayoría recuerdos nostálgicos de la niñez y para algunos (menos, se supone) un viaje regresivo a las peores pesadillas. Y con ese reverso maléfico se juega. A juicio de cada uno queda si esta versión de 1990 se aproxima más a lo primero o a lo segundo. Mi humilde opinión es que, salvo por ese aroma que se respira a producto televisivo que tiende siempre a ser un obstáculo más que un beneficio, se acerca de forma notable a lo segundo, que es el objetivo. Excepto cuando entran en escena los efectos especiales, vividos con redoblada desesperación en el mencionado pobre y blandísimo final. El sonrojo es acentuado en esa parte, aunque merece la pena de todos modos que se le de una oportunidad para primerizos y también para repetidores.
John Dunbar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow