Si los tiburones hablasen, puede que nos dijeran que jamás imaginarían haber dispuesto de entre su dieta de dos bellezas al agua. La trama parece simple, porque lo es, lo que no impide que nos encontremos ante un divertimento refrescante, que se ve ligeramente empañado cuando es presa de su propio argumento. La falta de luz en determinadas secuencias resulta poco práctico y un poquito estresante, algo que se equilibra si se mide en tensión acumulada y angustia.
Descubrir que proyectos como 'A 47 metros' que parecen predispuestos al relleno veraniego son algo más que eso, suponen un estímulo visual y sonoro que compensa con algunas que dicen ser venidas para romper moldes y acabar convirtiéndose en un anzuelo con poco cebo. Sus tachas, parciales pecados (veniales), son la excusa para llegar al objetivo: un arranque como tantos, diálogos expresamente dedicados a que verano, vacaciones y hermosura sean palabras opuestas a inteligencia y dos bellezas en bikini como reclamo.
No seamos hipócritas, son las cosas de la obviedad, la imagen a vender y un producto que empaquetar para su consumo estival. Gracias a Dios, nada de eso, por maravilloso estímulo hormonal que suponga, no es una rémora en cuanto los personajes, masculinos y femeninos, son sometidos, inconsciencia e infortunio previos, a los avatares del rey del mar. Lucha por la supervivencia vs instinto depredador.

La cena está servida. O no.