Detrás de la parodia, la triste realidad. Detrás de la risa, posiblemente un deseo. “The interview”, como cualquier parodia o caricatura que se haga de algo, o como en este caso de alguien, emplea la ironía y mucha mala leche, en el buen sentido eso sí, para lanzar dardos hacia algo concreto y condenarlo.
La forma que aquí tiene de hacerlo es por medio de la televisión amarillista y su sobrada y consabida falta de escrúpulos; otra ácida crítica, de paso, hacia cierta prensa, que pasa más desapercibida pero ahí está también. De la mano de un presentador carente de empatía, cuyo único estímulo es ganar audiencia a cualquier precio (James Franco) y su productor (Seth Rogen) ponen rumbo hacia una quimera en el mundo real pero que la magia del cine hace posible.
Dado que el hermetismo en torno a la figura del dictador norcoreano Kim Jong-Un es casi absoluta, se aboga por seguir con la parodia hasta el final y mostrar a un líder que en el fondo tiene su corazoncito. Que llora y se emociona e incluso disfruta oyendo a Katy Perry. Que es alguien atrapado en el amargo destino que le tocó vivir. Nada más lejos de la realidad, desde luego.
El uso frecuente que hace del humor chabacano -a la altura de sus dos protagonistas-, no está exento de que uno se pregunte dónde está la línea que separa la condena hacia un problema tan serio y actual como éste, de la falta de respeto hacia aquellos que lo padecen. ¿Hasta qué punto uno puede hacer broma? Habrá quien piense que todo es susceptible de ser parodiado. De poder ser sometido bajo el prisma de la comicidad. Difícil respuesta en cualquier caso. La línea es a menudo demasiado fina. Pero sí es positivo, al menos, mostrar para escarnio público la imágen de una tiranía como manifiesta denuncia. Incluso aun siendo ficción.