Un auténtico espectáculo visual en donde la naturaleza se erige como primer y último protagonista. Por eso suele ocurrir que aquellos hechos narrados en un entorno salvaje queden relegados en parte, y sólo en parte, a un segundo plano. Suele ocurrir también que estas historias dejen claras evidencias de la estupidez humana, o como en este caso, de su egolatría, lo que viene a ser prácticamente lo mismo. Y suele ocurrir también que pongan a prueba a sus protagonistas hasta conseguir heroicidades rayando con lo sobrehumano -aunque éste último aspecto suele sobrepasarse con creces-.
Si consiguen juntarse todos los condicionantes expuestos con más o menos cierto rigor entonces lo normal es que se logre trasladar al espectador toda la tensión y la angustia sufridos por los personajes, amparados por unos efectos visuales -y cuanto más brillantes sean éstos mejor- que metan en situación a unos y otros.
La pregunta es: ¿reúne “Límite vertical” toda esta serie de características sin que me arrepienta de haberla visto? La respuesta es, definitivamente, sí. Da toda una buena ración de drama, emoción, espectáculo y belleza. Todo en uno.