Media votos
6,5
Votos
814
Críticas
707
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de John Dunbar:
6
6,6
844
26 de abril de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
Desde la memoria a una de las voces del siglo xx, la voz que mejor representa a un país, a un estilo, Jaime Chávarri realiza este rendido y particular homenaje a Gardel. Una obra totalmente de ficción asentada sobre algún que otro acontecimiento real. En cierto modo, homenaje que podría considerarse por partida doble, al ser aprovechado como metáfora el título de uno de sus famosos tangos para ponerle nombre a la película.
El guión cuenta básicamente la relación entre los dos personajes principales encarnados por el actor argentino Darío Grandinetti, quien hace doble papel, y la española Aitana Sánchez Gijón. La admiración que ambos sienten por el cantante y compositor de tangos es forjada como la clave del vínculo. Alegría y contrapunto compartido por la sentida admiración de cada uno, a su manera. Para él forma parte de una fascinación meramente artística y profesional (es su modo de vida), actuando como imitador (idéntico imitador a la postre) del propio Gardel; para ella se convierte en su admiración sexual, un impulso rayando con la obsesión (es su vida).
El drama de la pareja avanza al ritmo que compone el cantor original, en un melodrama algo alejado de convencionalismos. Gracias a la ágil dirección, las buenas interpretaciones y una fiel recreación de la época, se evita caer en el paroxismo ridículo y toda suplantación con el y lo original se hace, no sólo desde el máximo respeto, sino también con credibilidad.
El guión cuenta básicamente la relación entre los dos personajes principales encarnados por el actor argentino Darío Grandinetti, quien hace doble papel, y la española Aitana Sánchez Gijón. La admiración que ambos sienten por el cantante y compositor de tangos es forjada como la clave del vínculo. Alegría y contrapunto compartido por la sentida admiración de cada uno, a su manera. Para él forma parte de una fascinación meramente artística y profesional (es su modo de vida), actuando como imitador (idéntico imitador a la postre) del propio Gardel; para ella se convierte en su admiración sexual, un impulso rayando con la obsesión (es su vida).
El drama de la pareja avanza al ritmo que compone el cantor original, en un melodrama algo alejado de convencionalismos. Gracias a la ágil dirección, las buenas interpretaciones y una fiel recreación de la época, se evita caer en el paroxismo ridículo y toda suplantación con el y lo original se hace, no sólo desde el máximo respeto, sino también con credibilidad.