En los albores del nuevo siglo se presentó esta comedia romántica con un tema de fondo tan viejo, como curioso es que siga funcionando si se hace medianamente bien: el choque de culturas, todo un reclamo para elaborar historias de amores poco menos que imposibles. El guión esta hecho con sobriedad, pero con demasiada sobriedad como para cautivar con la chispa que requiere el personaje que pone en jaque a toda una cultura, a toda una tradición nacional, a toda una familia rendida a la educación del patriarcado sobre la que se pasa de soslayo, también sin ánimo de ofender. Su rebeldía, muy noble y loable, es cierto, pasa casi de puntillas, sin ironía, sin la inteligente y necesaria sorna sobre los costumbrismos establecidos que termine por hacernos llorar de risa o llorar de emoción. Todos los personajes rezuman, a pesar de su contestataria y enamorada protagonista, una sensible condescendencia hacia donde todo ha de apuntar y ser, con la que puedo comprender lo que sienten éstos, pero no compartir sus emociones tanto como me gustaría. ¿Será también por su cultura? ¿O será la mía?

Notale y sorprendente éxito con el que no participo del todo.