De toda la familia 'The Conjuring' a quien pertenece, este desajustado spin-off guarda más parecido con una de tantas y menos fidelidad con su matriz original. Partiendo de la creencia de que a veces menos es más, las cuestiones misteriosas también suelen dar mejor resultado por lo que se sugiere que por lo que se muestra. No es una cuestión de no enseñar, sino hacerlo cuando corresponde y no hacerlo con sobreexposición, pecado este último que sufre con poca ligereza cuando llega el momento de la verdad.
Desde 'El caso Enfield' y hasta desde el propio tráiler se las prometía muy felices el entusiasta del miedo, con este salto atrás en la vida de los Warren en que se divisaba algo tan peculiar e interesante a priori como el que más. Aquella siniestra monja que hacía su aparición en el segundo expediente Warren era una vinculación indirecta con lo que tocaba contar; con apenas una o dos simples presencias, nos había puesto el vello de punta por más tiempo de lo que decía durar el metraje del caso. Porque la cosa prometía ir mucho más lejos allanando el camino de algo aún más siniestro, esperando en la sombra. Y la aparición espectral, que nos había hecho ver el hábito de otra manera, llega. Los escenarios, lo lúgubre, la leyenda, la 'intro' que se hace,... todo, a pesar de la simpleza de unos personajes, es una promesa terrorífica que después no termina de cumplir. Algo que provoca un efecto de reproche tras algunos compases marca de la casa.
Hasta la fecha no importaba que creyeras o no en la veracidad de esos expedientes del matrimonio Warren, más las historias paralelas de Annabelle. Todo estaba hecho con tanta seriedad y tacto que habían conseguido un socio cómplice en el espectador casi sin reservas. Al guionista Gary Dauberman, a Wan o al director que corresponda les tocará a partir de ahora recuperar el crédito perdido en este semi-fallido viaje por la Europa de los Cárpatos.