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Voto de John Dunbar:
6
Thriller. Drama. Comedia Hollywood, años 60. La estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio), intenta amoldarse a los cambios del medio al mismo tiempo que su doble (Pitt). La vida de Dalton está ligada completamente a Hollywood, y es vecino de la joven y prometedora actriz y modelo Sharon Tate (Robbie) que acaba de casarse con el prestigioso director Roman Polanski. (FILMAFFINITY)
18 de mayo de 2022
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¿Qué nos quiere contar la última de Tarantino? ¿Es posible que no lo sepa ni él? ¿Recuerda la gente cuando el señuelo utilizado justo antes de su llegada, cuando aún se tenía un esbozo de su nueva historia, ecos del argumento, era el asesinato de Sharon Tate y compañía a manos de la Familia Manson? ¿Qué ha quedado de aquello que parecía querer mostrarnos? ¿Nos ha tomado el pelo el señor Tarantino o quienquiera que sea el encargado de la operación de marketing, al menos en este aspecto? ¿Cuánta gente que conozca un poquito el caso de aquella fatídica fiesta en casa del director Roman Polanski, que cercenó la vida de su joven y embarazada esposa, así como la de sus invitados, de la manera más sádica y salvaje, esperaba tras el reclamo publicitario que la orientación de la nueva película del aclamado director fuera distinta? Éste que escribe se suma a la hipotética lista de engañados. No tanto porque este relato sobre un Hollywood detrás de las cámaras no me haya satisfecho en absoluto, como porque pareciera prometer una cosa para terminar dando otra. Y esto es, ni más, ni menos, lo que hay aquí.

Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie, tres guapos oficiales: éste es el auténtico gancho al que sumar el tirón concebible también de su realizador. El fantasma de Manson y las atrocidades que su secta esquizofrénica cometieron en aquel siniestro día de agosto de 1969, ronda permanentemente por el film como algo carente de la perversidad que de veras tiene o tuvo. En tanto en cuanto el carácter trágico pierde seriedad, también pierde esencia, no tanto el protagonismo, quedándose éste en una vía paralela con la que los tres actores principales se cruzan a lo largo del metraje. En el antes de (el acto espantoso), es Cliff Booth (Brad Pitt), doble de acción cinematográfico del personaje de DiCaprio (luego iremos con él), quien centra la atención del grupo de Manson. Después de permitirse una trifulca 'amistosa' con aspecto menospreciativo hacia el rey de las artes marciales (Bruce Lee) en el mismo estudio de grabación, es la emergente Margaret Qualley entrando en escena como un potencial pecado adolescente apodada como 'Pussycat', quien reclama el interés de Booth y ejerce de anfitriona a su destino en un enorme rancho ante la tribu de hippies colocados por LSD con la que convive. Esta amplia parte, en la que el personaje de Pitt entra por las buenas y sale por las malas, es un contacto iniciático con la secta de Manson y con el mismo Manson que es revestida de una agresividad que no augura el punto de depravación real, el tinte general de la cinta. La chulería de Pitt para salir del atolladero en que le meten y un veloz y extraordinario travelling a caballo es lo más reseñable de algo que encaja en el todo con el mismo poco tino que el resto.

Mientras tanto, su amigo y actor televisivo venido a menos Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) nos obsequia con una crisis profesional tirando a existencialista en su set de rodaje. Tiempo para que no solo se luzca el mejor DiCaprio, sino también el mismo director haciendo alarde de un momento típicamente suyo: larga secuencia con largos diálogos, profundos y bastante bastante amargos, solo que si en el pasado llevaron a alguna parte, en esta ocasión tan solo nos trae la pena compartida de un actor de televisión que siente que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Por último, confluye en el conjunto de piezas del tablero la bella y prometedora Sharon Tate (Margot Robbie), una pizpireta inocente que camina por la vida como un gorrioncillo ilusionado, espejo del tiempo de 'haz el amor y no la guerra', evidentemente tan ajena a lo que se le viene encima como, sin mucho entendimiento, a la intrahistoria generada por Tarantino. No sabría ubicarla porque no tiene ubicación, al margen de encontrarla como vecina de Dalton para ser utilizada como vinculo de un desenlace, de esos que también le gustan al director, que nada, absolutamente nada, tiene que ver con la realidad.

En fin, es la forma de hacer sus cosas, de contar sus batallas, aquello que le ha traído hasta aquí, ahondando siempre en esa inteligente mezcla de comunicación e impacto y dejando pequeños guiños aquí y allá. Tarantino trabaja el guion como quitando hierro a un asunto que sigue siendo uno de los episodios más tristes, también surrealistas, de la crónica negra americana. No estoy seguro que su adaptación libertina hasta convertirlo en un final, que no pasa solo por ser muy distinto, sino que también se encuentra ausente de verdadera villanía, desplazando la realidad a un antojo de fortuna inverosímil, haya sido la mejor forma de afianzar otro paso más en su valorada carrera hacia el prestigio sin fisuras.
John Dunbar
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