Película escrita y dirigida por Fernando León de Aranoa que parece profundizar en la reflexión que un personaje suyo de Los lunes al sol, el ingeniero soviético afectado también por el cierre de los astilleros hiciera a sus compañeros: “Lo que en la Unión Soviética nos dijeron sobre el comunismo era mentira, pero lo que nos dijeron sobre el capitalismo era verdad.” León de Aranoa insiste en su cine de denuncia social y, en este caso, mediante una comedia alegórica, en las perversidades que genera la asimetría social consustancial al modelo capitalista de producción y de organización de las relaciones humana. La película es muy interesante en su planteamiento ya que la motivación del empresario va mucho más allá del afán de lucro y se obstina en afectar la vida de todos y cada uno de sus empleados. Se trata de mantener una racionalización del modo de vida en la cual el patrón es también padre (recordad, Padre, padrone de los hermanos Taviani) que interviene en la vida privada de sus trabajadores precisamente para que no se perturbe la estructura social y productiva que le da seguridad y pervivencia. Para Weber esta racionalidad inherente al capitalismo occidental era una aportación del protestantismo ascético con su afán de certeza, de convertir el caos en un cosmos ordenado. La aceptación de este modelo de relaciones conlleva la pérdida de autonomía de las personas. Pérdida que se aprecia en el riesgo de exclusión de ese mundo aparentemente seguro que el patrón ofrece, en el hundimiento en el servilismo resignado o en la aceptación del juego propuesto siendo un trepador en la cadena de mando. No estamos pues, ante una simple comedia sino ante una propuesta de reflexión sobre las bases de nuestra economía.