La película de Desirée Akhavan, iraní afincada en EE.UU. y activista del movimiento LGTBI en sus aportaciones teatrales y cinematográficas, emerge, en la línea de Identidad borrada de Joel Edgerton y Oraciones por Bobby de Russell Mulcahy, como respuesta argumental a los postulados del poderoso ámbito religioso americano que se conforma con apoyarse en algunos textos bíblicos para juzgar las experiencias de las personas en su diversidad sexual sin haberlas escuchado y profundizado en el asunto. El planteamiento consiste en que toda conducta que se separe de una estricta heterosexualidad orientada al matrimonio y a la procreación, es sospechosa de desviación patológica de la norma y, como tal, susceptible de tratamiento y curación. La película nos presenta la terapia a la que los padres someten a sus hijos, sin saber o sabiendo, que se trata de un modelo basado en la ignorancia, el prejuicio y la improvisación, que tiene como único recurso la obediente sumisión a la interpretación integrista de unos textos y la espera de una conversión espiritual que revolucione la vida de los afectados hacia un plano normativo socialmente aceptable. Esta obstinación no tiene en cuenta el sufrimiento de las personas y el atentado a su identidad que se entienden tan solo como resistencia a la voluntad de Dios expresada en los términos de esta colectividad religiosa.