Excelente película de Luis Estrada con el enorme Damián Alcázar en el protagónico, aunque los secundarios no desentonan. Comedia negrísima donde Estrada, al igual que lo hizo antes en La ley de Herodes denuncia con una enorme carga de ironía, las lacras de la política mexicana (aunque es aplicable a toda la política latinoamericana y casi diría mundial) pero, sobre todo, se mete con la amoralidad de los medios, lo que provocó la frase de Kristoff que utilizo como titulo de la crítica. Muy bien fotografiada y musicalizada, con un inteligente guion sus más de dos horas no se hacen pesadas gracias a una ágil dirección de Estrada quien, a propósito, después de meterse con Televisa nunca volvió a filmar (algo similar a lo que le había ocurrido en su momento a Carlos Villagrán -el Kiko del Chavo del 8- que después de ponerse en contra de Televisa terminó exilado en Caracas).