El absurdo más notable es que un tipo que a duras penas llega a fin de mes con dos trabajos, de repente se gaste medio millón de pesos en poner en marcha un gimnasio y a nadie le llame la atención.
El guión pretende hacernos creer que un extorsionador es menos delincuente que un violador o un tipo que vende cosas robadas.
El tontolaba del protagonista ve a Awada secuestrando a la kiosquera, los sigue, ve que la va a violar, se queda mirando como la viola...y no hace nada, con lo cual no es testigo. Es cómplice.
Awada, que nos dicen que es un notable ingeniero socio de una multinacional, que se supone está rodeado de abogados carísimos, accede a la extorsión como si realmente la denuncia de un infradotado que, además, es cómplice sin ninguna prueba, fuera realmente incriminatoria.
Toda la subtrama del lupanar no va a ninguna parte. Porqué alguien habría de confiar en una prostituta a la que no ve desde hace una década y no en su propia esposa.
Como le explicó el patovica a su esposa su repentina prosperidad?.
El gimnasio ya venía con la gente incluida?. Porque pareciera que abrió y al momento se llenó de clientes o, por el contrario, paso un tiempo hasta que se afianzó.
Y si fuera así, porqué la kiosquera que durante un montón de tiempo no hizo nada, de repente haga la denuncia y acuse a un tipo solo porque se lo dijeron en un anónimo.
Que juez con pruebas tan paupérrimas va a ordenar la detención de nadie?