Esta tontería pretenciosa (algo común en todo el cine del sobrevaloradísimo Pablo Larraín que aquí funge solo como productor) "basada en hechos reales" cuenta la historia de Tamara (Sara Caballero), una niña de 12 años que vive en medio de un bosque hermoso y fértil, pero a merced de un lobo feroz. Tamara creció sin sus padres, al cuidado de una secta en el sur de Chile comandada por Miguel (Marcelo Alonso), quien ve a Tamara como la “mujer” responsable de ser la madre del salvador que nacerá de la unión de los dos, aunque en realidad termina no contando nada ya que según la directora su intención era construir "una metáfora profunda del lugar de lo femenino en el mundo, y en este contexto tan abusivo es donde se construye la identidad femenina". O sea, el credo woke en su máxima expresión. Los primeros 10 a 15 minutos enganchan por la calidad de la fotografía pero con el paso del tiempo aburre por repetitivo al igual que el monocorde relato en off. El guion no tiene pies ni cabeza y está lleno de escenas repetitivas carentes de sentido agravado por la "actuación" de Sara Caballero que perece incapaz de demostrar la menor emoción al punto que la directora trata de compensar tamaño hieratismo con el relato en off. Como siempre la "crìtica especializada" se deshizo en elogios para con esta mamada solo para no quedar como patriarcas opresores.