Venga, que sí, Julito, tu dale, dale, por la puta cara!! Blanco y en botella: un tío rueda una sólida película, de factura excelente (Vacas) y luego, en vez de leer las críticas de los gafapastosos de la pren$a, se deja aconsejar por los jóvenes de la calle ("Lo mejor de Vacas es la Enma Suárez mirando pa Toledo") y su voz interior ("Me he salido con los toques surrealistas, soy el nuevo Buñuel"))
Así que, de ahí en adelante, se ha dedicado a rodar dramas con erotismo y surrealidad, aunque, sin darse cuenta, el surrealismo se le ha caído al pozo del humor no intencionado (osea el ridículo) y con el erotismo no excita ni al pobre Blas.
Y lo que es peor: su cine se ha vuelto de un cutre... que parece que en cualquier momento va a aparecer en escena Jorge Sanz.
Aunque por suerte, en la Ardilla Roja, los diálogos, las interpretaciones y la fotografía son tan demenciales que parece que el culpable de que la peli sea una basura no es él. Pero lo es.