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Voto de Sines Crúpulos:
6
Ciencia ficción. Terror. Thriller. Intriga Seis personas aparecen encerradas en un complejo laberinto de habitaciones cúbicas que esconde trampas mortales. No saben cómo llegaron allí, pero pronto descubren que deberán resolver ciertos enigmas y sortear con habilidad todas las trampas si quieren sobrevivir. (FILMAFFINITY)
23 de marzo de 2008
182 de 288 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagine un enorme poliedro regular en movimiento, formado a su vez por cubitos interiores (26 por arista, es decir: 17.576; más cubitos que en el congelador de una gasolinera) y envuelto en una carcasa dotada de un agujero.
Hay unos personajes dentro tratando de escapar, pero el elemento externo que creó el cubo lo puso difícil, cada dadito puede tener una trampa mortal para el que entre en él, y las pistas para adivinar el camino son acertijos matemáticos.

Surgen los clásicos interrogantes que les asaltan a los involuntarios participantes del macabro juego: ¿Qué hacemos aquí? ¿Porqué nosotros? ¿Quiénes eres tú, colega? y sobretodo: ¿Quién ha ideado esto?
De la última pregunta tengo respuesta. Ellos se debaten entre distintas opciones: el gobierno, el ejército, un millonario enfermizo, etc. El espectador medio piensa que semejante estructura diabólica sólo puede ser obra de Jigsaw.
Pero no nos engañemos, el creador es, sin lugar a dudas, Rubik.

Entre los personajes se encuentra el profesor de Cifras y Letras, un famoso escapista de cárceles de máxima seguridad. Se quita las botas y va tirando por donde no hay trampas, pero tarda poco en equivocarse y su cara acaba con la forma de una de las mitades de una sandía caída al suelo.

Uno menos. (Bueno, dos menos, porque al principio uno es troceado cual salami por una malla metálica).

Cada cara de cada hexaedro interior del cubo tiene una puerta que comunica con el poliedro adyacente. Incluso en la cara correspondiente al techo. Precisamente al abrir una de estas, se les cae encima Rain Man, y en vez de decir aquello de Quien juega en la primera base, dice Esta habitación es ver-de.
Eran pocos y parió la abuela. Por suerte para ellos, hay una médico-psicóloga muy fea que se encarga de aguantarle.


Hay un chaval que recibe más palizas que Marlon Brando en todas sus películas juntas. Se las propina un sádico policía que se coge el canasto de las chufas al comienzo y se pasa el resto del metraje enfadado.
Así que la colaboración para idear un plan es bastante deficiente, y están más preocupados por echarse reprimendas unos a otros que por escapar. Pero tienen la suerte de contar con Pepita Pulgarcita, una estudiante de Ciencias Exactas, que tarda lo mismo en averiguar que no es primo un número par, que un múltiplo de 59. Qué curioso. Y poco a poco van avanzando por el poliédrico laberinto sin ser engullidos por rayos láser o gigantes alfileres invisibles.

Pues no molarían estas trampas en programas de temática parecida como Supervivientes, Operación Triunfo o Gran Hermano. ¿A quién no le gustaría ver a Bustamante desintegrar su grasienta y hortera vainilla muscular al reaccionar sus lágrimas con una atmósfera ácida? O ver empalados a Aida, Yoyas, Rosa y Bisbal cual pincho moruno, Karmele sin piel, Canales Rivera tragándose el miembro viril o, ya puestos, Lucía Lapiedra abierta en canal con una mega gilette.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sines Crúpulos
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