Cada vez me chirrían más las escenas de sexo. Me parecen caspa pura. Las persecuciones de coches me sobran ya todas y las peleas también. Son demasiado plásticas para mí; andan muy muy lejos de la violencia real. Odio los zascas en los diálogos y me irritan las miradas y sonrisas cómplices entre personajes que tienen el pecho hinchado porque han realizado alguna heroicidad. Odio los personajes molones de cara a la galería. Ni que decir tiene que me dan ganas de vomitar el postureo y las coreografías de baile. Si a esto añadimos que las escenas explícitas de pinchazos, cortes y heridas abiertas en general no me atraen nada, que me parece ridícula cualquier escena escatológica y me aburren los personajes mirando al infinito, se puede decir que poco me queda ya. Sobre todo teniendo en cuenta que las obras teatrales me aburren soberanamente y los melodramas no los quiero ni en pintura. Si hay niños hablando en la película, la dejo de ver. Y si el protagonista es un mazao, a tomar por saco, no me interesa.
Evidentemente me sobran todas aquellas escenas de gente cocinando, gente mirando al prota por la tele con carita de solidarios, enfermos terminales, policías obsesionados con un caso, malos apareciendo de la nada detrás del bueno, malos que hay que matar tres veces, buenos que parecen que van a morir y todas las escenas en las que haya una explosión.
Familias cantando en el coche y actores con cara de niñato siempre con cigarrillo en la boca, fuera. Cámara lenta y películas en blanco y negro forzado, fuera. Giros retorcidos de guion, fuera. Casualidades imposibles o absurdas, fuera. Personajes enfurruñados, out.
Si el personaje es un héroe por lo que sea, cualquier cosa, por muy inocente que sea, yo qué sé, porque le ha regalado unas flores a su madre, y me lo remarcas con una miradita de su hermana, se me retuercen las tripas. Me da igual que me manipulen, pero saber que me intentan manipular no lo puedo soportar.
Por eso esta peli me gusta. O porque me pilló en un día tonto.