Thomas Vinterberg logra desde el principio de la película meternos en la piel de Lucas -absolutamente soberbio Mads Mikkelsen-; y ver a través de sus ojos como una mentira, un rumor, el odio mal dirigido o el uso perverso de la moral pueden destruir vidas en cuestión de segundos y desde la más orgullosa ignorancia por parte de los verdugos se convierte en un ejercicio que extenúa al espectador, que se debate entre la rabia, la impotencia, la tristeza y la desazón. Con uno de los desenlaces más redondos e inquietantes que recuerdo en el cine, "La caza" logra un equilibrio perfecto entre sobriedad e intensidad.