Los ojos de la comprensión y de la esperanza no la verán lo mismo que los ojos físicos. En un análisis frío nunca habrá consenso social entre el protocolo que sigue el anárquico contra el disciplinado que ajusta a la norma su quehacer diario. Y aquí, Enrique Urbizu coloca en una oda al primero que malvive, a trompicones con su día a día, acertando tras equivocarse, lacerando para luego cauterizar antes de que se produzca la herida. Es una majestuosa historia que pasa a formar parte del conjunto de los sueños y de los grandes héroes, equivocados o no. Te dejan soñar para encontrar más llevadera la dura realidad, sin escatimar crudeza, en la que casi nada tiene relación con lo onírico.