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España España · Zaragoza
Voto de blacksad:
9
Terror Año 1838. En la ciudad de Wisborg viven felices el joven Hutter y su mujer Ellen, hasta que el oscuro agente inmobiliario Knock decide enviar a Hutter a Transilvania para cerrar un negocio con el conde Orlok. Se trata de la venta de una finca de Wisborg, que linda con la casa de Hutter. Durante el largo viaje, Hutter pernocta en una posada, donde ojea un viejo tratado sobre vampiros que encuentra en su habitación. Una vez en el ... [+]
20 de noviembre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si alguien baja del barco y dice: "No hay ningún alma a bordo, señores. Está vacío". Evidentemente, no por su tono, no por ninguna particularidad del ambiente, espera una respuesta; o al menos alguna clase de reacción satisfecha o comprensiva.
Cuando el encargado -no específicamente: trabajador general del puerto, estibador acaso, pero le ha tocado ocuparse de la tarea de reconocer la nave- cruce la pasarela que une los pocos metros de separación barco-muelle, y se aproxime a los doctores-peritos, o a los superiores que sea, y afirme con rotundidad de marino obtuso: "No hay ningún alma a bordo, señores. Está vacío". Entonces, porque ese es su mundo, su espacio a sí mismo propiamente restringido, este hombre, sin conocer el modo o la causa, aguardará una respuesta natural a comentario semejante -es un comentario pertinente y técnico, y ni siquiera él sabrá jamás qué significa.
Ni mucho tiempo después, ni tiempo antes, cuando acaso habrá importado que bauprés y proa enfilaran extrañamente la línea que une ambos escenarios, actos, mundos.

Y ahora, más tarde, se escuchará una voz cuando las luces de gas se encienden porque las otras se apagan, y el pueblo entero poseerá una dirección, una muerte propia, una atmósfera idónea.
Esa voz era extraña, y quizás poseyera mensaje. ¿Era japonés?
Era como el lenguaje que en mitad de naturaleza hace hablar a los pájaros.
Era azul y amarilla.

No habremos atendido bien a todas las señales. Pero estaban allí.
Basta decir una vez más, con resolución, aunque mecánicamente: "No hay ningún alma a bordo..."
El resto sucederá solo y sin trabas. Extrañamente tintado. Extrañamente.

Y quizás algo más tarde, aunque ahora de verdad ya sí que no importe, un joven llevará arrancadas flores a su joven novia -es el sello de la fatalidad, las ha matado: pero son bellas igualmente. Caminará los Cárpatos. Y luego volverá a recorrer otra vez la calle de su destino, restringido -ahora sí-, únicamente a la entrada y a la salida, al arco y al fuera de plano, a la toma, a la eternidad, a la música. Eternamente.

Porque eso sí que es cierto. Si te preguntan.
Responderás sin pensar siquiera; hipnotizado:
Era la música. Eternamente.
Era la música.

................

(Ende)
blacksad
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